López Obrador prometió arrancar de raíz la corrupción en su sexenio. Dijo que sería “el fin de la impunidad” y que México recuperaría su prestigio internacional. Pero los números cuentan otra historia: México cayó al peor nivel de su historia en el Índice de Percepción de la Corrupción (IPC) de Transparencia Internacional.
En 2018, AMLO usó este ranking para denunciar el saqueo del PRI y el PAN. Ahora, el mismo índice coloca a su sexenio como el más corrupto. México ocupa el lugar 140 de 180 países, peor evaluado que países como Etiopía o Burkina Faso. Dentro de la OCDE, somos el último lugar. En el G20, solo Rusia está peor.
Se prometió acabar con la impunidad. Se prometió limpiar al gobierno “como se barren las escaleras”. Pero después de seis años, la corrupción no solo sigue ahí, sino igual de descarada.
ROBO DEL SEXENIO
Si hay un caso que simboliza el fracaso de la lucha anticorrupción de AMLO es Seguridad Alimentaria Mexicana (Segalmex). Concebida como la Conasupo de la ‘4T’, terminó convertida en el mayor escándalo de corrupción del sexenio. Más de 14 mil millones de pesos siguen desaparecidos, entre empresas fantasma, compras irregulares y hasta inversiones en la Bolsa con dinero público.
El encargado de Segalmex fue Ignacio Ovalle, un viejo operador del salinismo que López Obrador rescató del retiro. Cuando estalló el escándalo, no fue investigado ni sancionado, sino premiado con otro cargo en el gobierno obradorista.
Otro golpe a la narrativa anticorrupción llegó con los videos de los hermanos del expresidente recibiendo sobres con dinero en efectivo. Pío y Martín López Obrador fueron captados en grabaciones de LatinUs recibiendo fajos de billetes de David León, exfuncionario del gobierno de Chiapas. El dinero, según los testimonios, se usó para financiar campañas de Morena.
¿Las consecuencias? Ninguna. La Fiscalía General de la República cerró el caso sin investigar.
Otro caso emblemático fue el de León Manuel Bartlett, hijo del exdirector de la CFE Manuel Bartlett, quien vendió ventiladores al IMSS a sobreprecio durante la pandemia. A pesar del escándalo, su empresa siguió recibiendo contratos millonarios. Proceso también reveló que la familia Bartlett compró terrenos estratégicos en la Riviera Maya a precios ridículos, justo en la ruta del Tren Maya.
La Comisión Nacional de Cultura Física y Deporte (Conade) se convirtió en una caja chica de desvíos bajo la dirección de Ana Gabriela Guevara. Atletas sin apoyo, recursos desaparecidos, contratos inflados. La Auditoría Superior de la Federación detectó más de 600 millones de pesos en irregularidades, pero Guevara siguió en el cargo hasta el final del sexenio.
El abandono de los deportistas no sólo fue económico. Muchos recurrieron a colectas y rifas para poder representar a México, mientras la Conade desviaba millones en contratos opacos. La corrupción no solo robó dinero, también robó oportunidades y sueños.
Y QUE SIGA LA IMPUNIDAD
El problema de la corrupción en México no es solo que se roban tu dinero: ningún pez gordo es castigado. La justicia no alcanzó a Ignacio Ovalle, a la familia del expresidente, a la familia Bartlett, ni a Ana Guevara.
Mientras tanto, los mexicanos seguimos pagando el costo: hospitales sin medicinas, escuelas sin infraestructura, carreteras destruidas que afectan más a quienes menos tienen.
López Obrador prometió limpiar la corrupción, pero ésta terminó por consolidarse dentro de su propio movimiento.
Vaya paradoja: el movimiento político que más ha denunciado la corrupción, pero los responsables intelectuales nunca pagan. Y si no se castiga a los culpables, el saqueo seguirá en la administración de Sheinbaum.