Hoy, el nombre de Adán Augusto López Hernández está de nuevo bajo la lupa por la captura de Hernán Bermúdez Requena, su exsecretario de Seguridad en Tabasco. Fue detenido en Paraguay tras siete meses prófugo, acusado de ser jefe del grupo criminal La Barredora. Bermúdez es el espejo incómodo de un fenómeno que nunca muere en México: funcionarios de alto nivel que realmente son operadores del crimen. La pregunta es inevitable: ¿sabía Adán Augusto? ¿O ahora quieren hacernos creer que un gobernador —y luego secretario de Gobernación— no tenía idea de que su hombre de confianza estaba hundido en negocios criminales?
SIN SOSPECHA
Desde febrero, Bermúdez sabía que lo investigaban. El propio gobernador de Tabasco, Javier May, lo señaló en noviembre junto con Adán Augusto como responsables de la crisis de inseguridad del 2024.
Un general lo acusó públicamente en julio como parte del crimen organizado. Antes, las filtraciones de Guacamaya Leaks ya revelaban que la Sedena tenía expedientes sobre sus vínculos con el narco desde hace años. Incluso López Obrador fue cuestionado en una de sus conferencias matutinas.
Hoy Bermúdez enfrenta acusaciones de asociación delictuosa, secuestro exprés y extorsión. Su caída no sólo exhibe a Adán Augusto, sino también a quienes lo mantuvieron en el cargo pese a múltiples señales de alerta.
CONTRADICCIONES
El propio Adán Augusto, hoy coordinador de Morena en el Senado, se defendió diciendo que nunca tuvo indicios de que Bermúdez estuviera ligado al crimen. “Yo lo nombré en un momento de crisis de seguridad, nunca tuve alguna sospecha”, declaró hace unas semanas.
Pero el problema es que Adán no juega en terreno limpio. En 2023, cuando atacaba al PAN por García Luna, soltó una frase lapidaria: “Ni modo que el presidente no supiera lo que hacía su secretario de Seguridad”. Hoy esa misma frase se le revierte.
BLINDAJE
Por ahora, Adán parece intocable. Y no sólo porque Bermúdez tardará en llegar a México. Claudia Sheinbaum y la FGR controlan los tiempos y la información del caso. No conviene al gobierno dinamitar a uno de sus cuadros fuertes en el Senado, pero tampoco conviene encubrir demasiado: el desgaste sería brutal.
Por eso, lo más probable es que el caso avance lentamente, lo suficiente para mantener a Adán bajo presión, pero sin tumbarlo del tablero.
El propio Adán ha intentado desviar el foco hacia el PAN y Ricardo Anaya, pero su contraataque no tiene sentido: la detención de Bermúdez lo persigue a él, no a la oposición.
¿MISMO GUION?
El caso revive la sombra de García Luna. Morena usó durante años ese expediente para golpear al PAN y a Felipe Calderón. Con razón. Pero ahora enfrenta su espejo: un exsecretario de Seguridad ligado a un cártel, nombrado por un político de casa, protegido por su partido.
La diferencia está en si Morena aplicará el mismo estándar de exigencia que pidió en 2018: rendición de cuentas y responsabilidades políticas. Porque si Calderón “sabía”, entonces Adán también debía saber.
Si no hay consecuencias, si Morena otra vez protege a los suyos, el caso Bermúdez no será un escándalo más. Será la prueba de que la historia se repite… y de que el decisionismo de Morena terminó fabricando su propio García Luna.
EL DATO INCÓMODO
Diputados de Morena anticiparon que recortarán al Poder Judicial y al INE para reorientar recursos a Cultura y sectores golpeados por el tijeretazo presidencial. Es decir: en lugar de aplicarse austeridad, usarán “dinero ajeno” para tapar sus propios recortes.




