“Al diablo con las instituciones…”

Reventar instituciones afecta más allá de presupuesto o corrupción; hay factores no analizados que justifican su permanencia



Una frase que nos persigue desde el inicio del milenio y que sigue vigente en las pocas instituciones que quedan vigentes. 

¿Por qué es tan grave reventar instituciones?, independientemente de las razones que se argumentan en materia de presupuesto, resultados y hasta corrupción, hay factores que no se han analizado, mucho menos diagnosticado que ajustarían cualquier pretexto para desaparecerlas. 

Inicialmente partiría de una anécdota personal. Cuando el que esto escribe tenía 15 años quise entrar al Heroico Colegio Militar, por razones que no son parte de esta columna, no lo conseguí, y mi padre, entre otras reflexiones me dijo: 

“…no siempre puedes dedicarte a lo que te gusta, sino a lo que te deja”

Con toda la admiración y respeto que siempre le tuve, a esa temprana edad no me parecía correcta la frase, y con el paso del tiempo corroboré que aquel que sigue su vocación personal y profesional, al dedicarse a lo que a uno le gusta lo hace exitoso, puesto que esa energía, ese entusiasmo, ese amor por lo que te apasiona y abrazas te hace perseguir y concretar sueños, afrontar los retos y vencer los miedos cotidianos. 

Las instituciones deben ser origen y destino de vocaciones; tienen que ser forjadores, semillero de mujeres y hombres plagados de sueños y planes de desarrollo personal y profesional en el contexto de una seguridad laboral basada en un servicio profesional de carrera, donde el que ingresa tenga la certeza que llegará, por meritocracia, escalando los espacios hasta llegar a ocupar la máxima posición de la institución. 

El Servicio Exterior Mexicano, El Banco de México, la Secretaria de Hacienda son algunos ejemplos de instituciones sólidas plagadas de profesionales expertos en su materia; que decir de las fuerzas armadas y del Centro Nacional de Inteligencia, donde se sigue un riguroso sistema de ascensos por tiempos y resultados, aunque esta última, desde algunos sexenios ha tratado de ser severamente dañada en su estructura y ruta profesional pero heroicamente defendida por sus integrantes por los resultados que obtiene producto de talento formado por décadas. 

En este contexto, y por el espacio reducido no señalaré las decenas de instituciones rotas, desaparecidas o inclusive mal logrados por la clase política mexicana, solo tres ejemplos bastan: las inconclusas policías estatales y las inexistentes municipales; salvo honrosas excepciones, en la primera su ruta profesional es cuestionable y en la segunda es prácticamente inexistente, razón para entender los resultados ineficientes y corruptos de la mayoría de ellas y que trajo como resultado el despliegue inicialmente de la desaparecida policía federal, por cierto, otra institución mal lograda a 20 años de su existencia, y hoy la Guardia Nacional. 

El tercer ejemplo es la ruptura del Poder Judicial. Regresando al concepto de vocación, es lo que debe distinguir a los integrantes de las instituciones. 

Se estudia la carrera de derecho para ingresar al poder judicial, se hacen exámenes de ingreso, se toman cursos de permanencia y de ascensos para ocupar las posiciones inmediatas superiores y se conforma una ruta profesional de 30 años de servicio ininterrumpidos, lo que gana conocimiento y experiencia acumulada, producto de un criterio jurídico sólido para la toma de decisiones del juzgador, pero también debería de ser del fiscal, del ministerio público, del policía y todas las ramas de la administración pública de los tres niveles de gobierno. 

Si hay ineficiencia y corrupción en las instituciones, la salida no es “democratizándolas” acercando al “pueblo” para administrarlas, no basta seleccionar a los “mejores del pueblo”, que pudiendo ser excelentes académicos, litigantes o ciudadanos, no necesariamente serán los mejores juzgadores. 

¿No hubiera sido más fácil diagnosticar para corregir? O, si se quiere involucrar al pueblo en las decisiones judiciales ¿retomar los jurados populares? 

Bernardo Gómez del Campo, Asesor en seguridad integral. 

@BGomezdelCampo