Honduras, un país a menos de 300 kilómetros de la frontera sur mexicana, es uno de los más pobres de América Latina. Los niveles de violencia y corrupción han sido tan altos que fiscales de Estados Unidos llegaron a describirlo como un narco-Estado. Ese es el contexto en el que votaron más de seis millones y medio de hondureños.
UN PAÍS CANSADO
La presidenta saliente, Xiomara Castro, llegó al poder en 2022 como la esperanza de un cambio. Su partido, Libre, prometió “refundar” el Estado después de 12 años de gobiernos de derecha. Pero tres años y medio después, más del 55% de los hondureños calificó su gestión como mala. Según reportes periodísticos, la economía no mejoró, la inseguridad siguió alta, los apagones continuaron y los servicios públicos se deterioraron. El nepotismo también golpeó su credibilidad, con hasta quince familiares ocupando posiciones clave. El “familión”, como lo llamó la prensa, dañó el discurso anticorrupción del gobierno. La población no vio resultados y sí vio privilegios.
LOS CANDIDATOS
En la boleta sólo tres tenían posibilidades reales. Rixi Moncada, del partido oficialista Libre, exministra cercana a Castro, prometió continuar el proyecto de izquierda, aumentar el gasto social y reformar el sistema fiscal. Salvador Nasralla, del Partido Liberal, conocido presentador de TV y figura anticorrupción, propuso mano dura contra el crimen, acercamiento a Estados Unidos y un enfoque “a lo Bukele”. Nasry Tito Asfura, del Partido Nacional, empresario y exalcalde de Tegucigalpa, prometió empleo, inversión privada y fortalecer a las Fuerzas Armadas frente al narcotráfico. Recibió apoyos públicos de Donald Trump y Javier Milei. Mientras escribo esta columna, el oficialismo quedó rezagado. Rixi Moncada terminó tercera, con menos del 20% de los votos. Asfura y Nasralla están en empate técnico.
EL GIRO A LA DERECHA
Analistas coinciden en que la elección fue un voto de castigo. La gente no vio mejoras, la migración hacia Estados Unidos creció, la economía no generó empleos, la delincuencia no cedió y los escándalos internos desgastaron al gobierno. Lo que ocurre en Honduras es parte de una serie de cambios en el continente. En este año, varias elecciones se han inclinado hacia candidaturas de derecha o de “ley y orden”. El caso más visible fue en las elecciones legislativas de Argentina a favor de Milei. En Chile, las encuestas favorecen al candidato de derecha José Antonio Kast. El péndulo regional está moviéndose después de varios años de gobiernos de izquierda. Una vez que se confirme este cambio en Honduras, modificará su política exterior. La candidata oficialista se acercó a Nicaragua, Venezuela y China. Un gobierno opositor se acercaría a Estados Unidos, como ya insinuaron Asfura y Nasralla durante la campaña.
¿HUBO INJERENCIA?
Xiomara Castro denunció interferencia extranjera, refiriéndose principalmente a Donald Trump. Días antes de la elección, Trump condicionó la ayuda estadounidense a Honduras a que Asfura ganara.
También insinuó que indultaría al expresidente Juan Orlando Hernández, condenado por narcotráfico en Estados Unidos. Para el oficialismo hondureño, esto fue una injerencia abierta. Pero en los hechos, Honduras cambia de rumbo porque la gente no vio resultados. La elección confirma que América Latina vive un reacomodo. No está garantizado que sea duradero, pero por ahora, el mensaje es simple: cuando los gobiernos no cumplen, el voto cambia de lado.
EL DATO INCÓMODO
Morena, con 2 mil 500 millones en prerrogativas, ya suma cinco inmuebles, pero ninguno con letrero, domicilio claro ni sede accesible para militantes. El nuevo: una casa en Condesa por 1.6 millones al año, con cláusula para no poner rótulos. Agencia inmobiliaria, versión 4T.



