A escasos días del inicio de la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático (COP30), Belém, capital del estado brasileño de Pará, se enfrenta a un serio problema interno: la basura que produce cada día —más de 1,500 toneladas— no tiene un destino sostenible claro.
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En esta ciudad, conocida como la puerta de entrada a la Amazonía, más de la mitad de la población vive en favelas sin servicios básicos. Allí, los residuos se amontonan junto a los canales y ríos, un contraste que amenaza con empañar la imagen de la próxima cumbre climática mundial.
Un vertedero al borde del colapso
El relleno sanitario de Marituba, gestionado por el grupo Solví, ha recibido los desechos de Belém, Ananindeua y Marituba desde 2015. En apenas una década, la montaña de basura compacta alcanza ya 40 metros de altura, y su capacidad está agotada.
Aunque la empresa presume de operar “bajo normas ambientales” y de generar biogás y energía eléctrica a partir de los residuos, su licencia ha sido prorrogada varias veces por la justicia y vencerá el 31 de diciembre.
Vecinos y organizaciones ambientales han denunciado desde hace años que el vertedero inició operaciones sin condiciones adecuadas, un proceso que derivó incluso en detenciones de directivos.
“Es uno de los vertederos más modernos del país, pero estamos al límite”, reconoció Reginaldo Bezerra, directivo del grupo Solví.
La compañía planea construir un nuevo relleno sanitario en Bujaru, a diez kilómetros de distancia, pero el proyecto enfrenta resistencia de comunidades locales y quilombolas, descendientes de africanos esclavizados, que temen impactos en su salud y cultivos.
Nuevos proyectos, nuevos conflictos
Otra propuesta, liderada por la empresa Ciclus Amazônia, pretende instalar un vertedero en Acará, también en la región metropolitana de Belém. El plan ha generado fuertes protestas: los vecinos bloquearon carreteras bajo el lema “¡Basurero aquí no!”.
Según denunció la abogada Jéssica Fraga, el proyecto implicaría deforestar 100 hectáreas de selva y pondría en riesgo 16 manantiales naturales, algo que describe como “un crimen ambiental”.
Aunque la Secretaría de Medioambiente rechazó el permiso, un juez ordenó reactivar el proceso, al considerar insuficientes los argumentos técnicos del rechazo.
Entre la basura y la cumbre climática
Paradójicamente, mientras Belém se alista para ser el epicentro de las negociaciones climáticas globales, sus propios desafíos ambientales evidencian las contradicciones que vive el planeta.
“Es triste ver cómo se destinan millones para preparar la COP30 y no para resolver un problema tan básico como la basura”, lamentó Fraga.
En barrios como Barreiro, los desechos siguen acumulándose junto a los ríos. Allí trabaja Beto Sucata, un reciclador que desde hace 20 años vive de recolectar aluminio, cobre y plástico. “Esto nos da de comer, pero cada día hay más basura”, comenta mientras paga siete reales por cada kilo de latas recicladas.




