México se encuentra entre los países que más rápidamente se calientan a nivel global, una tendencia alarmante confirmada por estudios recientes de científicos de la UNAM.
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Este fenómeno no solo implica un grave riesgo ambiental, sino también un desafío urgente que exige la acción inmediata de autoridades, comunidades y ciudadanos. Las consecuencias del calentamiento se reflejan ya en el aumento de temperaturas, fenómenos climáticos extremos y daños a la salud y calidad de vida de millones de personas.

¿Por qué México se calienta más que otros países?
Avelina Ruiz, subdirectora de Política Climática en la Iniciativa Climática de México, explicó que la intensidad con la que México sufre los efectos del cambio climático se debe a una combinación de factores.
Su ubicación entre dos océanos, sumada a una alta densidad urbana y condiciones económicas desiguales, lo convierte en un territorio especialmente vulnerable. A esto se suma la presencia creciente de fenómenos extremos como sequías prolongadas, incendios forestales y lluvias torrenciales.
Uno de los efectos más visibles se concentra en las ciudades. Según Ruiz, el 80% de la población mexicana vive en zonas urbanas, donde la acumulación de concreto y la escasez de áreas verdes provocan el fenómeno de “isla de calor”, elevando la temperatura en hasta cinco grados más que en zonas rurales. Esto repercute directamente en la salud pública, la infraestructura urbana y el acceso a recursos básicos como el agua.

¿Se puede detener?
Aunque algunos efectos del cambio climático ya son irreversibles, como el calentamiento de los océanos, aún es posible mitigar parte del daño si se actúa con rapidez. Ruiz señala que es urgente reducir el uso de combustibles fósiles, apostar por energías limpias, fomentar el transporte sustentable y exigir políticas públicas eficaces. México, en ese sentido, se prepara para presentar nuevos compromisos en la próxima COP 30, a celebrarse en Belén, Brasil, alineados con los objetivos del Acuerdo de París.
No obstante, el combate contra el calentamiento global no debe recaer exclusivamente en los gobiernos. La ciudadanía tiene un papel crucial. Adoptar hábitos más responsables en la vida cotidiana —como reducir el consumo eléctrico, reciclar, reutilizar, usar transporte público o compartir el coche— puede marcar una diferencia significativa si se hace de manera colectiva.
Ruiz insiste en que la sostenibilidad empieza en casa y en las decisiones diarias. El cambio climático no es un fenómeno lejano ni exclusivo de los expertos; sus efectos se sienten en la economía, la salud, la seguridad y la calidad de vida. Por eso, la participación activa de la sociedad es fundamental para construir un futuro más habitable.

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