China: el poder de una visión tecnológica sostenida

En 25 años, China pasó de manufactura barata a potencia global en IA, robótica y energía, gracias a inversión en ciencia, educación y estrategia clara



Señal: visión tecnológica a largo plazo  Tendencia: estable en China, inestable en México

Hace veinticinco años, China era vista como un gigante demográfico con un PIB per cápita bajo, una economía basada en la manufactura barata y una dependencia tecnológica casi absoluta del extranjero.

Hoy, es la segunda economía del mundo, rivaliza con Estados Unidos en inteligencia artificial, robótica, telecomunicaciones y energías limpias, y está redefiniendo la arquitectura tecnológica global. Este salto no fue fruto de la casualidad ni del mercado, sino de una visión sostenida, una estrategia clara y una inversión decidida en educación y ciencia.

Desde el Plan de Desarrollo Científico y Tecnológico lanzado en 1995 hasta su ambicioso Made in China 2025, el gobierno chino ha mantenido una línea continua de largo plazo: formar millones de ingenieros, atraer talento global, invertir en infraestructura de investigación y apoyar a empresas nacionales para que compitan y lideren sectores estratégicos de manera sostenida. Su nueva estrategia educativa con horizonte al 2035 consolida esta apuesta: no se trata solo de formar trabajadores, sino de moldear una generación de innovadores.

La lección es clara: las naciones que logran trascender en el siglo 21 son aquellas que entienden que el desarrollo tecnológico no es un efecto espontáneo del crecimiento económico, sino una decisión política sostenida en el tiempo. No basta con atraer inversión o tener mano de obra barata; se requiere una apuesta sistémica por el conocimiento.

En contraste, México ha vivido ciclos de entusiasmo seguidos de desmontaje institucional. Durante dos décadas, se construyeron mecanismos de promoción como ProMéxico, el Instituto Nacional del Emprendedor (Inadem) y fondos de coinversión para vincular ciencia, empresa y gobierno. Sin embargo, en los últimos años muchos de estos instrumentos han desaparecido o se han debilitado, y la política tecnológica ha perdido continuidad.

El resultado es que, mientras otras economías emergentes apuestan por consolidarse como polos de innovación, México sigue atrapado entre el rezago educativo, la fuga de cerebros y la dependencia tecnológica. La paradoja es que el país cuenta con talento, ubicación estratégica y acceso a mercados globales, pero carece de una visión de largo plazo que articule sus capacidades en torno a un proyecto de país a futuro.

Hoy se abren nuevas oportunidades. La creación de una Secretaría de Ciencia, Humanidades, Tecnología e Innovación, el crecimiento de la red de universidades públicas y el interés por sectores como semiconductores, energías limpias e inteligencia artificial podrían marcar un punto de inflexión. 

Hay tres acciones clave que México podría adoptar, inspiradas en el éxito chino y ya replicadas por otros países.

Primero, una estrategia nacional de formación especializada a gran escala, como la National Skill Development Mission en India, que aspira a capacitar a millones de personas, agilizando el despliegue de un ecosistema público-privado de instituciones formadoras. 

Segundo, la implementación de programas intensivos de formación técnica como los bootcamps públicos sin necesidad de títulos universitarios y con inserción laboral casi inmediata, como está haciendo Colombia con Talento Tech. Se podría aprovechar la experiencia de programas con trayectoria en México como Laboratoria.

Tercero, la creación de polos especializados de formación orientada a la producción, como el caso de Taiwán, donde empresas como TSMC colaboran con universidades para formar talento altamente especializado en semiconductores, alineando las capacidades humanas con su estrategia industrial y geopolítica.

China no es un modelo que México deba copiar, pero sí estudiar. Su caso muestra que, incluso partiendo de condiciones desventajosas, es posible transformarse en una potencia si se tiene claridad de rumbo, inversión en la gente y persistencia en la estrategia. La pregunta es si México está listo para tomar esa decisión antes de que otras naciones ocupen el lugar que aún podríamos reclamar.

Guillermo Ortega Rancé

@ortegarance