Choques generacionales: la tecnología y el mundo digital

BORIS BERENZON GORN Aunque es innegable que el mundo se está transformando con demasiada rapidez como para ignorar los cambios, y que prácticamente la mayoría de la población está inmersa en el universo digital y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; lo cierto es que no hemos tenido suficiente tiempo para incorporar

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BORIS BERENZON GORN

Aunque es innegable que el mundo se está transformando con demasiada rapidez como para ignorar los cambios, y que prácticamente la mayoría de la población está inmersa en el universo digital y las nuevas tecnologías de la información y la comunicación; lo cierto es que no hemos tenido suficiente tiempo para incorporar las transformaciones de manera homogénea en todas las generaciones que convergen en la actualidad. Las razones pueden ser que las mutaciones no afectan a todos por igual y que no todos han podido sacar provecho de ellas.

Pero las desigualdades en el uso de las tecnologías son innegables; lo que conocemos como “brecha digital” tiene profusos rostros y suele ser más complejo que el simple uso o acceso a conexiones y dispositivos. Superar la brecha implica, sobre todo, contar con las herramientas suficientes para aprovechar la tecnología a nuestro favor, permitiéndonos beneficiarnos de ella y, sobre todo, evitando acentuar las desigualdades que ya de por sí tienen que enfrentarse. Los que han tenido la situación más difícil son las generaciones superiores a los llamados millennials, pues no todos sus miembros se han adaptado con éxito a las nuevas tecnologías, y muchos de ellos han tenido que incorporarlas a su vida diaria sin recibir información y capacitación pertinentes.

Mientras que las generaciones más jóvenes, sobre todo los centennials y los alfa, han nacido con un dispositivo en la mano, las generaciones superiores han aprendido lo que saben de manera un poco menos orgánica. Por desgracia, no siempre se cuentan con sitios que les permitan capacitarse en el uso de las tecnologías. Aunque la verdad muchos de los mayores tienen a sus maestros en casa: suelen ser sus hijos y nietos quienes se encargan de enseñarles el universo digital e insertarlos en la web 2.0, los orientan sobre la seguridad y la identidad digitales, les ayudan a protegerse, a conectar con sus pares o a acceder a la información que les interesa sin caer en fake news.

Pero a pesar de eso, para las generaciones anteriores, hay ciertas situaciones que pueden generar verdaderos choques. Uno de ellos es el del uso de la tecnología en el lugar de trabajo o educativo, ya que puede ser vista como un “atajo” que evita la adquisición de competencias y la incorporación de nuevas habilidades. En el mundo educativo ha sido un problema discernir aquello que los alumnos hacen por sí mismos de lo que proviene de internet, pero ahora, el uso de la inteligencia artificial viene a complicarlo todo y es común que sus detractores se pregunten si los fans de la IA tenderán a la inutilidad creciente.

Los choques generacionales provienen de perspectivas ancladas en el tiempo en que se adquieren las habilidades con las que se cuenta toda la vida. El problema no es que las nuevas tecnologías afecten los métodos de trabajo y estudio tradicionales, sino que nos obligan a repensar qué es lo que queremos conocer y aprender, a replantearnos las habilidades y herramientas con las que debemos contar y a ser más creativos al incorporar las tecnologías de la información y la comunicación en el trabajo y el mundo laboral, además de en la vida cotidiana.

El uso de las redes sociales y la importancia que tiene para los jóvenes su vida digital suele ser visto con escepticismo por las generaciones superiores, esto es así porque el valor que suelen concederle a la presencia y la identidad físicas. El sexo virtual podría sonarles a locura o insatisfacción. Las fotos tenían un significado profundo y se guardaban en enormes álbumes donde prevalecía la memoria familiar, siempre con cierto halo de misticismo y sacralidad. A los mayores podría parecerles que los jóvenes han desarticulado ese mundo simbólico subiendo las fotos de su desayuno seguidas de setenta publicaciones al día. La banalidad de la cantidad.

Sin embargo, los choques generacionales permiten reconocer que no solo las tecnologías han cambiado, sino que también lo hemos hecho nosotros y nuestras relaciones sociales. Pero no debemos olvidar que, así como las tecnologías nos transforman, nosotros también incidimos en su desarrollo.