Científicos de la UAM buscan proteger al ajolote de montaña, especie en peligro

10, octubre 2022

PATRICIA RAMÍREZ

Foto: Cortesía UAM

En colaboración con la secretaría del Medio Ambiente de la Ciudad de México, científicos de la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM) realizan el proyecto ajolote de arroyo de montaña (ambystoma altamirani), que es una especie sombrilla para la protección de los ecosistemas.

Como parte de los estudios para la conservación de la biodiversidad en la Ciudad de México, profesores del Centro de Investigaciones Biológicas y Acuícolas de Cuemanco (Cibac), en Xochimilco, busca la preservación de las poblaciones silvestres de ajolote de arroyo de montaña, indicadores de la calidad del entorno natural, con el fin de salvaguardar puntos clave para la provisión de servicios ecosistémicos.

Hasta ahora se ignora cuántos ejemplares de ajolotes existen, pero una de las etapas de la investigación será hacer un monitoreo en los sitios de análisis para determinar y aportar números más precisos sobre el tamaño de poblaciones para que los tomadores de decisiones hagan un manejo adecuado de los mismos.

Uno de los propósitos es llevar a cabo estudios in situ, donde habitan y ex situ, al crear una colonia fuera de su ambiente, lo que ya se logró con el establecimiento de la unidad de manejo ambiental (UMA) El Pantano, en el Desierto de los Leones y será la primera que trabaje con esta especie para su conservación. Para el mediano y el largo plazos se pretende la posible reintroducción en lugares donde se requiera.

El doctor José Antonio Ocampo Cervantes, responsable del trabajo científico y del Cibac, expuso que a diferencia de lo que ocurre con el comúnmente llamado ajolote mexicano, el género endémico de la cuenca de México ha sido poco analizado y se encuentra en un peligro, aun más grande, que el ambystoma mexicanum.

Este ajolote habita en las partes serranas de la urbe, sobre todo en la zona del Ajusco, aunque también existe en las lagunas de Zempoala, pero la cantidad de ejemplares es muy restringida, por lo que no hay colonias para asegurar su crianza en cautiverio, en contraste con la amplia indagación sobre genética, regeneración y desarrollo embrionario y evolutivo de la que ha sido objeto el ajolote mexicano.

Además de no haber sido prioridad, a la problemática se suman el cambio de uso de suelo donde se distribuye, la deforestación, las actividades agrícolas y la introducción de especies exóticas.

El Ambystoma altamirano produce una cifra muy pequeña de huevos, una sola vez por año, lo que hace a su población aun más vulnerable al cambio de temperatura, entre otros fenómenos, debido a lo cual “creemos que este esfuerzo de protección ayudará a cuidar a la vez el hábitat y a otros animales que viven en esos ecosistemas”, comentó Ocampo Cervantes.

“Debido a que es muy carismático, no llega a más de 17 centímetros, pasa a la fase terrestre y después se convierte en salamandra, interesa aprovechar la empatía que genera en la gente y lograr que esto favorezca a la rana de árbol, por ejemplo, que también está en riesgo por el cambio de uso de suelo y otras presiones medioambientales que afectan las zonas cerriles, incluidos bosques y aves”, indicó.

El especialista subrayó que para alcanzar la preservación es fundamental involucrar a las comunidades del sitio pues, aunque se trate de un área natural protegida, grupos ejidales, ganaderos y el desarrollo de actividades humanas, la turística, entre ellas, inciden en el lugar.

Los investigadores han trabajado con vecinos de San Nicolás Totolapan y del Parque Nacional Desierto de los Leones, así como con la dirección general del Sistema de Áreas Naturales Protegidas y Áreas de Valor Ambiental, asociaciones civiles y otras entidades gubernamentales para hacerlos conscientes de la importancia del manejo de esta y otras especies, presentándoles el proyecto para que lo conozcan, aporten información y colaboren.

El interés por resguardarlo “surge del hábitat particular que tenemos: los arroyos, pues si revisamos la historia de la Cuenca de México, ésta se componía de un conjunto de lagos muy grandes”, de los cuales quedan sólo vestigios y algo que se ha perdido es la aportación natural del agua, pues de los ríos, manantiales y otras fuentes hídricas quedan apenas unos pocos, entre ellos el Canal Nacional y el Río Magdalena, que es el único caudal vivo que tiene la urbe.

Si los arroyos que quedan desaparecieran, también lo hará la fauna, por lo que es menester cuidarlos; por otro lado, la Ciudad de México afronta dificultades de abastecimiento del líquido, que comprende uno de los servicios más caros del mundo, lo que exige encontrar el equilibrio entre la subsistencia y el aprovechamiento sustentable de los recursos, precisó.