Comprar TikTok y montarlo en un algoritmo transparente, ¿es posible?

Project Liberty busca llegar a un acuerdo para adquirir la red social que ha sido prohibida en Estados Unidos por considerarse un riesgo en materia de seguridad nacional.



TikTok es solo el principio. La batalla por su futuro en Estados Unidos no es solo una cuestión de geopolítica o negocios. Es una pugna por el control del espacio digital. Por quién manda sobre los algoritmos. Por quién define qué es privado y qué es público.

Frank McCourt y su iniciativa, Project Liberty, ven en TikTok algo más que una app de entretenimiento.

Ven la oportunidad de rehacer internet. Su propuesta no es solo comprar la plataforma, sino transformar su infraestructura, abandonar los algoritmos opacos y devolver el control a los usuarios.

Las redes sociales están diseñadas para capturar nuestra atención, analizar nuestros datos y venderlos. Los algoritmos deciden qué vemos y qué no. No por el bien público, sino para maximizar el engagement y los ingresos publicitarios. TikTok, Facebook, Instagram. Todas funcionan bajo la misma lógica.

Lo que propone Project Liberty parece ser un modelo diferente. Un internet descentralizado. Donde las conexiones sociales no dependan de una sola empresa. Donde los usuarios puedan llevar sus datos de una plataforma a otra. Donde las redes sean más un bien público que una propiedad privada. ¿Será posible?

McCourt y su equipo impulsan el Protocolo Descentralizado de Redes Sociales (DSNP), un estándar de código abierto que permitiría a los usuarios mantener sus conexiones y contenidos sin estar atrapados en una sola plataforma. La idea es clara: un internet modular, interoperable, menos dependiente de los grandes monopolios tecnológicos.

ByteDance, la empresa china dueña de TikTok, no cederá su algoritmo. Es normal, se aduce propiedad intelectual y la nación asiática lo considera un activo estratégico. Y eso podría complicar la transición porque parte del éxito de TikTok está en su capacidad para personalizar el contenido de manera inigualable.

McCourt lo sabe. Su solución no es replicar el algoritmo de TikTok, sino migrar a un modelo en el que los usuarios tengan más control sobre su experiencia digital. En este nuevo ecosistema, el contenido no estaría controlado por una única inteligencia artificial, sino por múltiples plataformas con reglas más transparentes. Al menos, es la intención. 

Si TikTok se descentraliza, se abre la puerta a una reconfiguración total del ecosistema digital. Modelos como Mastodon (red social libre y descentralizada) han explorado esta idea con protocolos abiertos, pero sin la escala ni el atractivo de una plataforma como TikTok.

Si la compra se concreta y el cambio ocurre, podríamos ver un punto de inflexión. Un modelo donde las redes sociales no sean jaulas amuralladas, sino espacios abiertos. Donde la privacidad no es una opción premium, sino un derecho fundamental.

El intento de compra de TikTok parece no ser un negocio. Es una apuesta por reconfigurar otro tipo de internet. Uno en el que las grandes plataformas no sean quienes nos dicten las reglas del juego. Uno en el que los usuarios recuperan la autonomía sobre sus datos y sus conexiones. Se antoja utópico pero habrá que seguir el tema. 

McCourt y Project Liberty quieren demostrar que otro modelo es posible. Que la infraestructura digital no tiene que estar en manos de un puñado de corporaciones. Que el internet del futuro puede ser más abierto, más equitativo, más transparente.

¿Será suficiente? ByteDance aún no ha decidido si venderá. Pero, pase lo que pase, este debate no desaparecerá. Porque no trata solo de TikTok. Trata del internet que se busca construir y quiénes lo definen. 

Cabe recordar que el pasado 14 de febrero TikTok regresó en Estados Unidos a las tiendas de aplicaciones de Apple y Google, casi un mes después de que entrara en vigor la prohibición que impidió a los usuarios estadounidenses descargarla. El 20 de enero, Trump firmó una orden ejecutiva que pospuso la prohibición durante 75 días. El valor de la plataforma podría alcanzar 60 mil millones de dólares.