Contacto cero entre padres e hijos

Hemos visto a las nuevas generaciones adoptar cambios en todo tipo de aspectos, desde su manera de vestir hasta sus preferencias políticas



Hemos visto a las nuevas generaciones adoptar cambios en todo tipo de aspectos, desde su manera de vestir hasta sus preferencias políticas. Y al mismo tiempo existe un importante aspecto de la vida social que se ha visto afectado por la manera de las nuevas generaciones de ver la vida: la relación con sus familias.

Hay relativamente pocos datos sobre el tema, pero algunos psicólogos citan evidencia anecdótica de que un número cada vez mayor de jóvenes están cortando el contacto con sus padres. Otros piensan que simplemente nos estamos volviendo más transparentes al hablar de ello. Sin importar la razón, la discusión sobre el tema se ha propagado cada vez más.

El distanciamiento familiar –el proceso por el cual los miembros de la familia se vuelven extraños entre sí– sigue siendo un tanto tabú. Sin embargo, en algunos círculos eso está cambiando. En los últimos años, quienes abogan por esta causa han hecho un esfuerzo importante para normalizarlo.

Y a pesar de que el distanciarse de los padres o la familia puede ser algo que se pudo haber dado en cualquier generación, existe algo especial del fenómeno del distanciamiento en este momento. Lo que las generaciones de ahora están viviendo es digno de atención.

Una de las razones se debe a los cambios más amplios en nuestra forma de pensar sobre la familia, ya que existe una división generacional importante. Es común notar que las personas mayores tengan un sentido del “deber” con respecto a la familia, y esto significa que probablemente no romperán relaciones incluso si las encuentran muy disfuncionales. Es común que los padres digan que ellos “toleraron peores comportamientos por parte de sus propios padres”. Pero los miembros de las generaciones más jóvenes sostienen que necesitan relaciones sanas más de lo que necesitan conservar relaciones solo por el hecho de conservarlas.

Y el cambio generacional se presenta de manera importante con las notables modificaciones sobre aquello que consideramos “trauma”. Poco a poco hemos cambiado las nociones de lo que constituye un comportamiento dañino, abusivo, traumatizante o negligente. Y probablemente no necesitemos que el comportamiento llegue a los golpes para considerar que entra en la categoría antes mencionada.

La realidad es que el “contacto cero” con un padre es una decisión extremadamente difícil que cambia completamente la vida de quien la toma. No es algo agradable, pero sí es un sacrificio que se hace por la propia salud mental y por la persona en la que deseamos convertirnos.

Hoy en día hay un sinfín de razones que pueden llevar a esta decisión, desde motivos políticos y/o de género hasta traumas familiares. Y la realidad es que el eje rector de este pensamiento es simplemente el dejar de tolerar el abuso simplemente porque una persona es parte de nuestra familia. Si no toleramos esa clase de comportamiento por parte de nadie más entonces tampoco deberíamos tolerarlo por parte de un familiar simplemente por no distanciarnos.

Los padres, a pesar de todo, también llegan a sufrir mucho en este proceso. Sin embargo, no siempre tienen las herramientas para hacerse conscientes de sus errores y de entender la manera de pensar de sus hijos. Y quizá una de las partes más difíciles es comenzar a ver esta relación como una relación entre iguales, como dos personas merecedoras de respeto y consideración. Porque, para los hijos, el vivir las exigencias de un adulto con el trato y condescendencia hacia un niño puede rápidamente volverse insoportable.