En el marco de la verbena del zócalo capitalino, se montó un nacimiento con el niño Dios más grande del mundo, que es una de las atracciones gratuitas que se ofrecen. Esta obra monumental fue hecha totalmente a mano y pesa media tonelada, mide 4 metros de largo y 2.5 metros de ancho, mientras que el pesebre alcanza una longitud de 5 metros.
El gobierno capitalino precisó que el Niño de la Paz y el Bien, en esta temporada de festejos y reflexión decembrina atrae las miradas y la admiración de miles de personas que a diario visitan el corazón de esta capital.
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Los capitalinos y los visitantes que transitan por los túneles de luces, las zonas de comida, los tendederos de piñatas y como atracción principal está el Nacimiento monumental.
A esta obra artística monumental la integran las grandes figuras de Jesús, María y el Niño Dios Gigante, ante los cuales todos se detienen y los admiran con atención. Algunas personas se persignan ante ellos; otras le toman numerosas fotografías y muchos más optan por la selfie.
Creado en 2013, por iniciativa de una familia de artistas y escultores que radican en la alcaldía Iztapalapa, el Niño Dios, también conocido como El Niño de la Paz y el Bien, es una enorme figura hecha por las manos diestras de la familia Gómez Reséndiz, quienes moldearon con resina esta figura, cuya estructura es metálica. El objetivo es preservar, exaltar, rescatar y difundir el verdadero significado del nacimiento del Niño Jesús.
Esta creación monumental es considerada una plegaria convertida en arte, que exalta la tradición cultural y religiosa de las y los ciudadanos durante la celebración de la Navidad y la fiesta de la Candelaria el 2 de febrero.
“De hecho, me impresionó el tamaño del niño, es el más grande del mundo ¡imagínate! o sea, qué bonito que tengamos la oportunidad de venir a ver algo como esto, que el gobierno nos lo proporcione para venir a verlo y gratis”, comentó Johana Sánchez, habitante de la alcaldía Tlalpan, quien acudió al zócalo de la Ciudad de México para visitar al Niño Dios gigante.
Hombres, mujeres, jóvenes, niñas y niños, son testigos de la fe con la que miles de visitantes acuden a conocer al Niño Dios Gigante, mismo que en algún momento fue el más grande de México y el mundo; ejemplo de lo anterior mencionado es el testimonio de David Hernández, comerciante que ofrece sus productos a la gente que acude al pesebre a tomarse la foto, o posiblemente, a pedir uno que otro milagro.




