Dejar de alimentar al cocodrilo

LUIS WERTMAN Winston Churchill dijo que era un error alimentar a un cocodrilo, pensando que, con eso, no te morderá la mano, en referencia a la negociación, antes del inicio de la Segunda Guerra, entre Reino Unido y un régimen como el nazismo que no tenía intención alguna de acordar la paz, pero que engañaba

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LUIS WERTMAN

Winston Churchill dijo que era un error alimentar a un cocodrilo, pensando que, con eso, no te morderá la mano, en referencia a la negociación, antes del inicio de la Segunda Guerra, entre Reino Unido y un régimen como el nazismo que no tenía intención alguna de acordar la paz, pero que engañaba con su disposición al diálogo.

Frente a hechos de violencia, ninguna sociedad puede darse el lujo de pensar que aquellos que tratan de afectarla van a cambiar su naturaleza y establecer condiciones de tranquilidad que son opuestas a la viabilidad de sus negocios ilegales.

Por eso una de sus herramientas es el miedo, para provocar división entre las comunidades y enfrentarlas en bandos imaginarios que estarían apoyando a grupos delictivos por supuestos apoyos y protección que no solo llegan esporádicamente, sino que están lejos de la política de beneficio social que sí se encuentra presente en todo nuestro territorio desde hace cinco años.

Una mayoría organizada pone en evidencia a organizaciones que venden la imagen de que cuentan con recursos para imponer condiciones a una población que puede darles la espalda en el momento que así lo decida, si se coordina bien.

Debemos poner en ese contexto los hechos recientes ocurridos en varios estados del país para que, como una sola sociedad, hagamos lo que nos corresponde y dejar de apoyar a organizaciones que simulan; porque no cuentan con una base social, la pagan o la presionan a cambio de supuestos favores futuros y la amenaza también de represalias; es decir, no hay una motivación genuina de respaldo, solo de temor acumulado por años de falta de atención de un Estado anterior que estaba presuntamente en guerra. Hoy, las acciones que se han llevado a cabo para construir la paz son un cambio de dirección y un ejemplo de que se puede estructurar una red de bienestar que brinde oportunidades y mejoras en la calidad de vida, sin tomar en cuenta la opción de cometer un delito para sobrevivir.

A las y los ciudadanos nos toca rechazar cualquier acto de violencia, por mínimo que sea, para que estos grupos ni siquiera puedan proponer un intercambio de supuesta seguridad a cambio de poner al frente a gente inocente para presionar a las autoridades. Ese chantaje no lo puede permitir el gobierno, pero tampoco la ciudadanía.

La única intolerancia que podemos permitirnos es a los intentos por socavar la paz con conductas antisociales enfocadas a dividirnos por temor y aislarnos para fortalecerse.

Denunciar, exhibir y no darle cobijo a ningún delincuente es la tarea que tenemos todos. Quitarles ese supuesto respaldo, que todavía es peor que la indiferencia, reduce el margen de interlocución de estos grupos y permite la intervención de la autoridad para seguir en la ruta de la construcción de la paz.

No podemos ignorar al cocodrilo, tampoco temerle, y jamás alimentarlo para evitar que se vuelva en nuestra contra. Eso es renunciar al peso que tenemos como la mayoría y negar, en los hechos, que somos más los buenos. Si no lo demostramos en cada momento, le cedemos nuestro lugar a esa minoría que poco le importa lo que nos ocurra a nosotros y a nuestras familias. Hacerles el vació, abandonarlos y darles la espalda, los dejará en su gusto tamaño y ahí comprobaremos que contra el poder de organización de la sociedad no hay grupo nocivo que pueda conseguir sus objetivos.