Denuncia activistas atrocidades contra niños, incluyendo prácticas rituales

13, agosto 2022

PATRICIA RAMÍREZ

Foto: Cortesía Ana Katiria

La activista Ana Katiria Suárez cimbró a la Cámara de Diputados al relatar la historia de una pequeña, ahora de siete años de edad, que fue violada en una escuela particular de San Luis Potosí y cuyo caso llegó hasta la Suprema Corte de Justicia de la Nación.

Durante su participación en el foro La Trata de Personas, una Violación a los Derechos Humanos, la activista relató las atrocidades que relató esta pequeña y que no solo involucraban abusos sexuales sino también una historia aún más tenebrosa, la del llamado adrenocromo, sustancia que supuestamente da vitalidad y juventud a los adultos.

Ante un silencio sepulcral, la activista, especialista en trata de personas, relató que la niña describió como era atada a una pared, desnuda, y luego le introducían una jeringa en una parte del tobillo para extraerle sangre.

Explicó que esta práctica deleznable está relacionada con una teoría que supuestamente circula entre personas de alto nivel adquisitivo, que consiste en obtener de la sangre de los niños menores de 8 años de edad una sustancia denominada adrenocromo, que es adrenalina de alta oxidación y que presuntamente es inyectada a los adultos, incluso utilizada como droga.

“Pueden ser conspiraciones a nivel universal, pero lo que sabemos, funcione o no, es que existen granjas de menores, y lo tenemos actualizado, donde les sacan sangre, dado que del nacimiento a los 8 años de edad la combinación de la adrenalina pura con la sangre, con el hierro, se convierte en una sustancia que se llama adrenocromo, que es una vitamina que ratarda el envejecimiento natural. No sabemos si es cierto, pero lo que sí sabemos es que hay millones de niños que no han sido encontrados”, sentenció.

En su participación, detalló que México es un país machista, misógino y patriarcal y que mucha de esa violencia termina en contra de los niños, niñas y adolescentes y por ello es necesario atenderlos y no minimizarlos, como en el caso de Lía, donde las autoridades locales y federales protegieron a los agresores.

Insistió en que se requiere atender todos estos casos con perspectiva incluso mental, porque es muy probable que los investigadores que tienen que indagar estos casos quizá vengan de cometer las mismas atrocidades en sus casas.