Señal: integración económica global. Tendencia: desaceleración.
En las últimas semanas, las tensiones comerciales han vuelto a dominar la agenda global. Estados Unidos amenazó con imponer aranceles a productos mexicanos, chinos y canadienses, argumentando razones de seguridad nacional y protección a su industria local. Este fin de semana, Donald Trump anticipó nuevos aranceles del 25% sobre todo el acero y aluminio importado por su país.
Estos acontecimientos no son hechos aislados. Desde hace algunos años, la integración económica global ha mostrado signos de desaceleración. Según la Organización Mundial del Comercio (OMC), el crecimiento del comercio mundial ha perdido dinamismo y enfrenta una tendencia de fragmentación. Un informe del Fondo Monetario Internacional (FMI) refuerza esta percepción, alertando sobre los efectos negativos de la ruptura de las cadenas de suministro y la regionalización de los mercados. Si esta fragmentación se intensifica, el PIB global podría reducirse significativamente en el mediano plazo.
De la globalización a la fragmentación
Durante décadas, la globalización fue el motor del crecimiento económico mundial. Las economías se volvieron interdependientes, las cadenas de suministro se expandieron y el comercio alcanzó niveles récord. Países como México, con una fuerte integración a los mercados globales, se beneficiaron de este modelo.
Sin embargo, en los últimos años, diversos factores han puesto en duda la viabilidad de seguir profundizando esta integración. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, la pandemia de covid-19 y el conflicto en Ucrania han evidenciado las vulnerabilidades de una economía excesivamente interconectada. Las interrupciones en el abastecimiento de bienes esenciales, el encarecimiento de la energía y los riesgos geopolíticos han llevado a muchos países a reconsiderar su dependencia del comercio internacional y apostar por la regionalización, es decir, reubicar la producción en países cercanos, favoreciendo la concentración en bloques regionales en lugar de redes dispersas de proveedores a nivel mundial.
México en la encrucijada
Para México, esta transición presenta un riesgo que es crítico y que debe atenderse. Como una de las economías más abiertas del mundo, el país depende en gran medida de sus exportaciones, especialmente a Estados Unidos, su principal socio comercial. Si el proteccionismo sigue ganando terreno, sectores clave como la industria automotriz, la manufactura y la electrónica podrían enfrentar restricciones que limiten su crecimiento.
El reto para México está en adaptarse a esta nueva realidad con rapidez y estrategia. Para mitigar los efectos de la desglobalización y fortalecer su competitividad, el país debe diversificar sus mercados de exportación. Apostar exclusivamente por Estados Unidos lo hace vulnerable a los cambios de política en Washington. En paralelo a mantener una región norteamericana fuerte, se deben fortalecer las relaciones comerciales con Europa, Asia y América Latina a través de tratados más ambiciosos y una mayor promoción comercial para reducir la dependencia.
El mercado interno también debe volverse un pilar de crecimiento. No solo es importante impulsar la producción local y fortalecer la industria nacional, sino también hacerlo con digitalización, automatización e inteligencia artificial, que hoy juegan un papel clave. La competitividad ya no depende solo de costos laborales bajos, sino de la capacidad de generar innovación y valor agregado.
México también debe consolidarse como un destino confiable para la inversión extranjera. Para lograrlo, es fundamental mejorar la infraestructura, garantizar la seguridad y estabilidad regulatoria, y desarrollar talento especializado.
En el plano internacional, México debe asumir un papel más activo en la diplomacia económica. Participar en foros multilaterales y negociar acuerdos que mantengan abiertas las puertas al comercio puede marcar la diferencia en la forma en que el país afronte esta nueva etapa de la economía global.
La integración global ya no es una garantía de crecimiento. Ahora, el éxito dependerá de la capacidad de cada país para construir un modelo económico más resiliente y adaptable. México tiene las condiciones para hacerlo. Lo que falta es la visión y la decisión para tomar las medidas necesarias antes de que sea demasiado tarde.
Guillermo Ortega Rancé
@ortegarance