Día 9: Imane Khelif y cómo poner al descubierto los más profundos miedos a lo distinto

Te traemos la columna de Martín Avilés, nuestro reportero en París, quien durante los próximos días nos mostrará el ambiente de los Juegos Olímpicos desde otro punto



París, Francia / Enviado.- En redes sociales, una avalancha de memes sobre Imane Khelif invadió los feeds de todo aquel dispositivo de quienes gustan de los deportes y siguen de cerca los Juegos Olímpicos de París 2024. Y era de esperarse, pues se trata de una polémica que ha marcado un antes y un después en la justa veraniega al romper con la tregua que existía entre las opuestas posturas respecto a la diversificación cada vez más visible en temas de sexualidad en estos tiempos.

Algunos dieron el grito en el cielo desde que el pasado viernes 26 de julio, los organizadores montaron un show con alta dosis de contenido LGBT+, mismo que los hizo retorcer de coraje, pues estaban acostumbrados a que todo aquello que no consideraban “normal”, debía ser recluido a lo furtivo, tal y como muchos de ellos llevan sus dobles vidas. En contraste, del otro extremo de esta pugna ideológica, otros tantos celebraron el ver reflejado aunque sea un poco de todo eso que los representa.

Pero a pesar de los chispazos de una bomba de tiempo que inevitablemente debía explotar, la calma se guardó durante casi una semana. Así fue hasta que el escándalo de Imane Khelif no ha hecho otra cosa que desnudar la polarización que existe actualmente en el mundo, pero sobre todo, ha exhibido la voracidad con que la desinformación avanza más rápido que una flecha lanzada por Alejandra Valencia y se esparce como virus por doquier.

Según la Real Academia Española, desinformar es dar información intencionadamente manipulada al servicio de ciertos fines. De acuerdo con cifras de Statista, tan solo en la Unión Europea, cerca del 30% de la población afirma estar expuesto a las llamadas fake news —más conocidas como paparrucha— y la desinformación. Ante esta cifra, no sorprende que la preocupación global ante la posible utilización de estas noticias como arma haya alcanzado un máximo histórico, aumentando en cuatro puntos solo en el último año.

En este caso, la versión de que Khelif era un transexual se esparció de tal forma que incluso la escritora de Harry Potter, JK Rowling afirmó que Imane no era sino un “hombre protegido por un establishment deportivo misógino que disfruta de la angustia de una mujer a la que acaba de golpear”. Si bien posteriormente se demostró que la argelina había nacido con el sexo femenino e incluso circularon fotografías de cuando niña, el daño estaba hecho y la difamación ha provocado que una buena parte de la población crea que se trata de una persona transgénero.

Caminaba por Place de la République para tomar el metro cuando vi una pancarta con la leyenda “Salven los deportes femeninos”, a las faldas de la Estatua de Marianne. No más de siete personas mostraron su molestia contra el Comité Olímpico Internacional (COI) luego de que unas horas antes la italiana Ángela Carini se rindiera en su combate ante la argelina en el boxeo. “¡COI, COI, revisa tu misoginia!”, exclamaba este grupo radical, con argumentos tan limitados que daban cierta pena ajena.

A título personal, no comparto la idea de que atletas trans compitan en rama femenil y no porque considere que no son mujeres, pues al asumirse como tales, están en plenitud de su derecho. El problema es la diferencia que hay entre la fisonomía de uno y otro cuerpo, y ¿qué no acaso si hay múltiples géneros debería haber igual número de categorías deportivas para dar incluso mucha mayor inclusión en vez de caer en polémicas absurdas de si es o no es mujer, tal o cual deportista?

Lo cierto es que el caso de Imane Khelif solo ha expuesto el profundo odio de una parte de la sociedad que teme a lo diferente —sin meternos en temas de psicoanálisis— y solo rechazar sin escuchar argumentos o razones. La era de la desinformación ha provocado un efecto Dunning-Kruger, que hace creerse a la gente más lista de lo que en realidad es y descartar los hechos científicos es cada vez más común al estar convencidos de tener una peligrosa verdad absoluta.