El ascenso de los agentes artificiales

El Pentágono prueba IA militar que simula guerras y recomienda estrategias sin intervención humana, marcando un giro del criterio humano a los algoritmos



Señal: inteligencia artificial agéntica  Tendencia: aceleración

En febrero pasado, el Pentágono reveló que está probando sistemas de inteligencia artificial capaces de simular escenarios de guerra y recomendar estrategias sin intervención humana directa. Estos sistemas, diseñados para operar con un alto grado de autonomía, se alimentan de millones de datos para tomar decisiones rápidas en tiempo real. Aunque todavía se encuentran en fase experimental, representan una señal clara de hacia dónde se están moviendo las decisiones del poder en el mundo: del criterio de las personas a la estadística avanzada de los algoritmos.

No hablamos ya de simples chatbots que responden preguntas o redactan correos. Nos referimos a un nuevo tipo de sistemas conocidos como inteligencia artificial agéntica: programas diseñados para actuar como agentes, es decir, que pueden percibir su entorno, tomar decisiones, aprender de los resultados y ejecutar tareas complejas sin supervisión constante. A diferencia de lo que suele imaginarse, estos agentes no tienen forma de robot humanoide ni necesariamente una “cara” digital; pueden operar como simples programas de computadora que trabajan en segundo plano. Un agente artificial puede, por ejemplo, navegar internet para reunir información, tomar decisiones de compra, negociar con otros agentes o incluso recomendar acciones de gobierno.

El desarrollo de esta tecnología ha dejado de ser una cuestión técnica o comercial para convertirse en un asunto de poder geopolítico. Estados Unidos, China y la Unión Europea están invirtiendo miles de millones de dólares no solo para construir modelos más inteligentes, sino para darles agencia: que puedan actuar, coordinarse, competir y adaptarse de forma autónoma en contextos reales. Mientras las reglas internacionales sobre su uso aún no existen, los gobiernos experimentan con ellos en defensa, diplomacia, finanzas y ciberseguridad.

Este cambio de paradigma representa un nuevo tipo de carrera armamentista: no se trata de ver quién tiene más armas, sino quién tiene algoritmos más capaces, rápidos y presentes en todos los niveles del sistema internacional. La posibilidad de que decisiones políticas, militares o económicas sean iniciadas o aceleradas por agentes artificiales transforma las reglas del juego global. Y plantea dilemas profundos sobre responsabilidad, transparencia y soberanía.

México no está al margen de este proceso. Aunque el desarrollo local de inteligencia artificial sigue siendo incipiente, el país ya participa como nodo pasivo en esta nueva arquitectura digital global. Muchos de los sistemas que usamos a diario (búsquedas, redes, plataformas de servicios) están mediados por agentes artificiales entrenados y operados desde otros países. Además, los datos que generamos como usuarios también están siendo recolectados y utilizados para entrenar a esos mismos agentes, lo que refuerza el ciclo de dependencia tecnológica y concentra el poder de modelar el comportamiento y las decisiones en actores externos.

En este contexto, el mayor riesgo para México no es quedar rezagado tecnológicamente, sino quedar subordinado estratégicamente. La falta de una estrategia nacional sobre inteligencia artificial agéntica deja al país en una posición vulnerable, sin capacidades para desarrollar, regular o siquiera comprender a fondo los sistemas que ya lo atraviesan.

El reto no es competir con las potencias, sino tener la lucidez de construir capacidades propias, establecer marcos regulatorios y definir principios éticos sobre el uso de estas tecnologías. Una estrategia de soberanía algorítmica podría incluir el fomento a centros de investigación, el desarrollo de talento especializado, la creación de sandboxes regulatorios para pruebas seguras, y mecanismos de auditoría de sistemas algorítmicos en servicios críticos.

En un mundo donde los algoritmos ya no solo procesan información, sino que toman decisiones y actúan, el poder se está desplazando de manera silenciosa. La pregunta para México no es si debe sumarse a esta nueva era, sino si está dispuesto a hacerlo desde la agencia o desde la dependencia.

Guillermo Ortega Rancé

@ortegarance