El Mayo: 50 años de sobornos

El Mayo Zambada confesó haber sobornado a autoridades mexicanas durante 50 años, revelando la corrupción estructural del Estado.



Ismael el Mayo Zambada confesó ante una corte de Nueva York que durante 50 años sobornó a policías, militares y políticos mexicanos. No fue un rumor, ni fue una filtración. Fue una declaración formal, en voz alta y en español, frente a un juez federal.

Dijo lo que todos en México han sabido por años: el Estado mexicano es parte del negocio.
Claudia Sheinbaum, antes de la confesión, puso un límite claro: “Cualquier acusación debe estar sustentada con pruebas”. Después de la audiencia, Ricardo Monreal aseguró que no hay “focos rojos” ni “nerviosismo” en la ‘4T’.

Desde la oposición, la vicecoordinadora del PAN, Noemí Luna, fue directa: “Qué bueno que esté cantando”. Y acusó a Morena de estar “nervioso”, de buscar distractores y de proteger un pacto de impunidad que tiene al país “en un charco de sangre”.

EFECTO DOMINÓ

Es la primera vez que un líder del narcotráfico de este nivel, frente a la justicia estadounidense, admite haber operado durante décadas con la complicidad de autoridades mexicanas.

El impacto potencial es enorme. Abre la puerta a investigaciones de mayor nivel dentro y fuera de Estados Unidos. Le da al gobierno de Trump otra, y más poderosa, herramienta de presión directa contra el gobierno de Sheinbaum. Expone a gobiernos pasados y presentes.

Zambada no nombró a nadie. Pero no necesita hacerlo todavía. Ya dijo lo suficiente como para poner en duda el actuar de los últimos seis sexenios.

Donald Trump está en campaña permanente. Y esta confesión llega en el mejor momento. Le permite seguir mostrándose como el presidente fuerte que “sí combate al narcoterrorismo”, y al mismo tiempo, le da material para exigir más al gobierno mexicano.

Trump ha usado esta estrategia antes. Amenazó con aranceles y logró el despliegue de la Guardia Nacional en la frontera, la entrega de decenas de capos, así como operativos para frenar el tráfico de fentanilo.
Ahora tiene la confesión de un capo histórico. No buscará justicia, buscará negociar al nivel de extorsión. Va a presionar. Y va a cobrar.

LAS CONSECUENCIAS

Veo un par de caminos. El primero, y menos probable: que el Estado mexicano active una investigación real, y se empiece a revisar el historial de protección institucional al Cártel de Sinaloa: contratos, mandos, campañas, relaciones.

El segundo: que se apueste al olvido. Que el tema se enfríe, que no se difundan nombres, que la atención se desplace. Y que las presiones de Estados Unidos contra México queden al nivel de especulación.
La lógica del segundo camino ya la conocemos. El sistema resiste más que lo que reacciona.

UN SISTEMA IMPLICADO

Zambada habló de un sistema político y militar que por décadas fue parte del negocio. No lo dijo como una amenaza. Lo dijo como hecho. Y eso debería incomodar a todos los gobiernos, de cualquier color.
No sólo se refiere al pasado. También pone en duda la actual relación entre crimen organizado y estructuras de poder. El silencio institucional ante esta confesión no es casualidad. Es reflejo de algo más profundo.

El Mayo confesó que durante 50 años sobornó a funcionarios mexicanos. Lo que haga —o deje de hacer— el Estado a partir de hoy mostrará si algo ha cambiado. O si, como él mismo dijo hace años: “Si me atrapan o me matan… nada cambia”.

EL DATO INCÓMODO

La extorsión alcanzó cifras récord en México: 5 mil 887 víctimas empresariales sólo en el primer semestre de 2025. Un ejemplo: Moisés Muñiz cerró su restaurante El Compa Moy en Baja California tras sufrir cobro de piso. El delito vive su peor nivel en 10 años.