En la era digital, las redes sociales se han convertido en un escenario clave para la política, transformando radicalmente la manera en que los candidatos interactúan con los votantes y cómo se difunden las ideas. Plataformas como Facebook, Instagram, Google, TikTok y X no solo facilitan la comunicación directa entre políticos y ciudadanos, sino que también se han consolidado como herramientas de segmentación electoral y difusión de discursos que polarizan a las sociedades. Las elecciones presidenciales de 2024 en Estados Unidos ejemplifican cómo la digitalización de la política puede tener impactos profundos y complejos sobre la democracia. La manipulación de la opinión pública, la propagación de desinformación y el fomento del enfrentamiento social son fenómenos que se intensifican en las redes sociales, afectando la toma de decisiones políticas y debilitando la confianza en las instituciones democráticas. Donald Trump será el próximo presidente de EE.UU.
Las redes sociales adquieren cada vez mayor relevancia en las campañas políticas, la búsqueda de viralidad ha desplazado el enfoque en propuestas concretas hacia la creación de espectáculos mediáticos. Este cambio de modelo ha distorsionado la comunicación política, donde el contenido superficial y emocional prevalece sobre el debate sustantivo. Al principio, la digitalización de la política se percibió como una vía para democratizar la comunicación, permitiendo una mayor participación ciudadana y un acceso más amplio a la información. Hoy en día, ese optimismo ha dado paso a una creciente preocupación por los efectos negativos de las redes sociales, donde la velocidad y espectacularidad de la información priman sobre la veracidad y la reflexión profunda. Esto, en última instancia, ha contribuido a una mayor fragmentación de la esfera pública y a una manipulación más eficaz de los votantes, especialmente en contextos electorales tan polarizados como el de Estados Unidos en 2024.
La inversión en publicidad digital durante las campañas electorales de 2024 en EE. UU. superó los 619 millones de dólares en plataformas como Google y Meta (Facebook e Instagram), una cifra que no incluye otras plataformas emergentes. Esta inyección de recursos ha transformado la política al permitir que los partidos se dirijan a votantes de manera segmentada, utilizando datos personales para crear mensajes altamente personalizados. No obstante, esta “microcirugía electoral”, como la han denominado Josu Ahedo Ruiz y Miguel Ibabe Botella, genera preocupaciones sobre la falta de transparencia y el control que ejercen las grandes tecnológicas sobre los procesos electorales. Estos factores ponen en peligro la integridad democrática, al alimentar lo que se conoce como la “guerra de percepciones”, en la que la manipulación de la información puede prevalecer sobre la verdad objetiva.
Uno de los aspectos más problemáticos de este nuevo modelo electoral es la facilidad con la que se puede manipular las emociones de los votantes. Las redes sociales alternativas como Parler, Gab y Truth Social han ganado popularidad entre usuarios de ideologías conservadoras o radicalizadas, ofreciendo un espacio sin moderación de contenido. En estas plataformas, se difunden teorías conspirativas y noticias falsas, que se convierten en “hechos alternativos” aceptados por muchos. Este auge de la desinformación contribuye al choque social, ya que los usuarios solo reciben información que refuerza sus ideas muchas veces con prejuicios, lo que dificulta un debate democrático saludable y fomenta una atmósfera de desconfianza y fragmentación, donde las mentiras son aceptadas como verdades y las verdades como mentiras en tiempos muy pequeños muchas veces incluso podemos hablar de horas.
Ismael El-Qudsi, director de SocialPubli, destaca que plataformas como TikTok se han convertido en fuentes clave de información política, especialmente entre los jóvenes. Su formato visual y dinámico facilita la difusión rápida de mensajes, pero a menudo fomenta discursos sensacionalistas y emocionales que priorizan la viralidad sobre la precisión y el análisis profundo, contribuyendo así a los enfrentamientos de la sociedad. Las grandes plataformas tecnológicas tienen una influencia creciente en la política, ya que pueden amplificar o restringir contenidos, lo que plantea preocupaciones éticas y democráticas.
La crisis de confianza en la democracia se agrava por la manipulación electoral mediante la publicidad digital, la polarización de las plataformas y la expansión de la desinformación, lo que pone en riesgo la integridad de los procesos democráticos. Para asegurar elecciones justas y transparentes, es necesario un esfuerzo conjunto entre gobiernos, empresas tecnológicas y la sociedad, con el fin de mitigar los efectos negativos de la digitalización y garantizar que las elecciones se basen en hechos verificables.
Hilo de araña. Libby Larsen, compositora clásica estadounidense contemporánea, sostiene que la creación de una forma de sonido en el tiempo y el espacio es una manera de comunicar lo que significa estar vivo. Larsen ha afirmado: “El gran mito de nuestro tiempo es que la tecnología es la comunicación”.