¿Es suficiente con ser políticamente correctos?

CONSTANZA GARCÍA GENTIL    Un tema frecuentemente mencionado en las discusiones entre familia y amigos (y también en instancias públicas y colectivas) son los términos llamados políticamente correctos, al mismo tiempo que se hace saber cuáles son los términos que ya no son tan comúnmente aceptados. Sin embargo, esto suele traer consigo polémica (y en

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CONSTANZA GARCÍA GENTIL   

Un tema frecuentemente mencionado en las discusiones entre familia y amigos (y también en instancias públicas y colectivas) son los términos llamados políticamente correctos, al mismo tiempo que se hace saber cuáles son los términos que ya no son tan comúnmente aceptados.

Sin embargo, esto suele traer consigo polémica (y en algunos casos resistencia) por parte de ciertas personas al considerar algunos términos innecesarios o hasta exagerados. Por ejemplo, sustituir “mujeres embarazadas” por “personas gestantes”, dando así visibilidad a las personas trans o no binarias que tienen órganos reproductivos que les permiten gestar pero que no necesariamente se identifican como mujeres. 

Este tipo de desacuerdos suelen darse más frecuentemente entre generaciones distintas, pero también pueden darse entre personas de la misma generación que simplemente no encuentran la necesidad de sustituir algunos términos. 

En lo personal me considero alguien que hace el mayor esfuerzo posible por estar al día con los términos incluyentes e intenta incluirlos activamente en su vocabulario. Sin embargo, últimamente he tenido algunas dudas sobre hacia dónde este movimiento nos está llevando.

Sustituir términos más incluyentes por otros que ya existen tiene su razón de ser. Muchas veces los términos preexistentes no engloban a una población cambiante o fueron acuñados dentro de un contexto discriminatorio que ya no es aceptado. Y a pesar de que sustituir estos términos tiene como objetivo introducir otra manera de pensar, considero que a veces resulta en que las personas sean aún más reactivas y opongan más resistencia a esta tan necesaria reflexión. 

Quizá el entrar en discusiones muy intensas sobre la nomenclatura nos distrae del verdadero problema: la discriminación, el odio y el prejuicio. Y en lugar de enfocarnos en eliminar eso, creamos un nuevo problema meramente referente al lenguaje y la performatividad, sin necesariamente atacar las acciones. Y últimamente parecemos estar muy enfocados en hacer un gran esfuerzo en modificar la nomenclatura y llamar la atención de las personas cuando utilizan un término inadecuado, pero no parece existir un acompañamiento puntual con la reflexión (y en muchos casos, reeducación) que eso requiere.

El comenzar a utilizar el término personas gestantes no sirve de nada si no intentamos entender que no todas las personas que nacen como mujeres no siempre logran identificarse (ya sea total o parcialmente) con cómo se ha construido el género femenino, y a lo largo de su vida empiezan a concebirse e identificarse de otra manera, independientemente de dónde les clasifique su anatomía. Intentar inducir a las personas a usar términos políticamente correctos es un avance, pero no es un sustituto para esta compleja pero necesaria discusión.

Cuando digo “atacar las acciones” me refiero a las acciones y políticas públicas cómo tal. Cambiar el término “pobres” por “poblaciones vulnerables” y discutir por ello no sustituye lo necesario que es entender el problema sistémico que causa la escasez de recursos para toda la población y la necesidad de exigir políticas públicas que aseguren que todos los habitantes de un país puedan tener una vida digna y acceso a oportunidades para la movilidad social.

La manera en la que nos expresamos siempre es un reflejo de cómo pensamos. Pero es importante no dejar que las discusiones se centren en terminología sino en todo el contexto transformativo que existe detrás de ello, y que a pesar del estado cambiante del lenguaje, el cambio real sea duradero.

Twitter: @cons_gentil