Señal: inversión estratégica en centros de datos Tendencia: aceleración
Los centros de datos se han convertido en activos estratégicos de alto valor geopolítico. Son la columna vertebral de la economía digital global, alojando los servicios de inteligencia artificial, computación en la nube y almacenamiento de datos de millones de empresas y gobiernos. Sin embargo, su expansión plantea desafíos sobre seguridad nacional, dependencia tecnológica y, cada vez más, sostenibilidad. No es coincidencia que Estados Unidos, China y la Unión Europea estén desarrollando políticas activas para controlar su propia infraestructura de datos y asegurar que el futuro digital permanezca bajo su dominio.
En los últimos años, la competencia por la soberanía digital ha llevado a una regionalización de la infraestructura de datos. Europa ha impulsado regulaciones como el Data Act, que exige que ciertos datos críticos sean almacenados en servidores dentro del continente, reduciendo la dependencia de gigantes tecnológicos extranjeros. China, por su parte, ha creado un ecosistema digital cerrado con Alibaba Cloud y Tencent Cloud, evitando que sus datos estratégicos pasen por infraestructuras occidentales. Al mismo tiempo, Estados Unidos sigue dominando el mercado global de centros de datos, con más del 40% de la capacidad total concentrada en empresas como Amazon Web Services, Microsoft Azure y Google Cloud.
El dominio de esta infraestructura no solo es una cuestión de control económico y estratégico, sino también de impacto ambiental. La demanda energética de los centros de datos es cada vez mayor, con estimaciones que indican que actualmente representan entre el 1% y el 2% del consumo eléctrico global, con una tendencia al alza debido al crecimiento exponencial de la inteligencia artificial. En regiones más cálidas, como América Latina y Medio Oriente, el consumo de agua para enfriamiento se ha convertido en un factor de preocupación.
A medida que crece la relevancia de los datos en la economía digital, también aumentan las tensiones geopolíticas en torno a su control. El veto de Estados Unidos a Huawei ha restringido el acceso de China a ciertas tecnologías de almacenamiento y servidores, mientras que países emergentes, como India y Brasil, enfrentan presiones para definir con qué bloque tecnológico alinean sus infraestructuras digitales. La fragmentación digital global podría derivar en un mundo donde internet ya no sea un espacio abierto, sino un mosaico de ecosistemas aislados con regulaciones incompatibles. Alternativamente, un escenario de cooperación internacional podría llevar a la creación de estándares compartidos para la infraestructura digital, garantizando mayor interoperabilidad y seguridad. Sin embargo, si los gobiernos no logran establecer reglas claras, las grandes tecnológicas seguirán consolidando su dominio, dejando a los países sin un control real sobre sus propios datos.
México ha entrado en esta competencia en años recientes. Durante mucho tiempo, el país estuvo rezagado en la instalación de centros de datos de gran escala, pero ahora está emergiendo como un nodo clave en América Latina gracias a su ubicación estratégica y al creciente interés de empresas globales. Un ejemplo de ello es la inversión de 5,000 millones de dólares de Amazon Web Services en Querétaro, que busca convertir a la región en un hub de almacenamiento y procesamiento de datos.
A medida que México avanza en este camino, deberá decidir si quiere ser un simple receptor de inversiones extranjeras o si puede desarrollar su propia infraestructura soberana. La localización y control de los centros de datos será un factor clave en la geopolítica del siglo XXI. Las naciones que logren asegurar su soberanía digital tendrán ventaja en seguridad, innovación y comercio global.
Guillermo Ortega Rancé
@ortegarance