La verdad sobre la antorcha olímpica y dónde está realmente el fuego en París 2024

Y es que, de hecho, la llama olímpica, no es precisamente una llama. Acá te contamos todo



Foto: Martín Avilés

París, Francia / Enviado.- Un violinista comienza a tocar los acordes de Por ti volaré (1995) de Andrea Bocelli acompañado por un tecladista que no desentona en lo absoluto para acaparar las miradas en el jardín de Les Tuileries, donde unos metros atrás reposa el sagrado fuego olímpico con motivo de los Juegos de París 2024. Al otro lado está el Museo Louvre, la joya más preciada del arte mundial para sintetizar en un solo lugar esa mezcla entre la cultura y ese espíritu olímpico que engrandece al ser humano y su legado en este planeta.

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La humedad hace que el sudor se escurra por los cuerpos de miles de personas que buscan acercarse a este enorme globo aerostático, que no es sino el primer pebetero aéreo de la historia de los Juegos Olímpicos, mismo que ha servido como un homenaje al invento de los hermanos Montgolfier, quienes realizaron la primera demostración pública de su creación el 4 de junio de 1783 en Francia, donde su sueño de volar por los cielos se hizo realidad.

El pasado viernes 26 de julio, los atletas franceses Teddy Riner y Marie-José Pérec tomaron sus antorchas para incendiar el globo con el fuego olímpico en una de las imágenes que más se recordarán a lo largo de la historia, cuando se rememoren los Juegos de 2024 como uno de los más emblemáticos al ser los primeros que montaron la inauguración en las calles, mientras las delegaciones navegaban por las aguas del Río Sena.

El problema es que muchos de los visitantes en Les Tuileries para visitar la peculiar antorcha, han notado lo extraño que lucen las llamas, que más asemejan a un enorme plasma y nada tiene que ver con esa combustión que mueve las flamas como serpientes que bailan al ritmo del viento.

Y es que, de hecho, la llama olímpica, no es precisamente una llama. Según han argumentado los organizadores de este evento, esa supuesta flama que descansa en el enorme pebetero esférico, en realidad es una enorme masa compuesta por 40 focos LED y 200 boquillas de nebulización y se eleva cada noche para brillar en la oscuridad de este enigmático jardín, con el objetivo de reducir los contaminantes que suelen provocar las antorchas que históricamente requerían mantener la combustión.

Pero entonces, ¿dónde está el fuego olímpico original? En un rincón del jardín, justo a un costado del pebetero, una caja de cristal sobre un soporte blanco, cual vitrina de museo, contiene una especie de quinqué con la leyenda inscrita: “Encendida en Olimpia con los rayos del sol”. Ahí está contenida la diminuta llama de los Dioses del Olimpo, una iniciativa que ha dejado algunas dudas entre los aficionados.

“No sé si me gusta demasiado esto. Es decir, uno quiere ver la llama real en el pebetero, no esto”, dice Jim Olivares, un estadounidense que viajó desde Nevada a París para apoyar al contingente estadounidense en busca de un nuevo triunfo en Juegos Olímpicos. Así como él, muchos se muestra escépticos sobre la flama.

“Es extraño. Tuve que venir hasta acá para verlo con mis propios ojos. Al menos aquí de cerca sí pude ver la verdadera llama”, comenta Elisa Figaredo, una brasileña que domina perfecto el español. Por lo pronto, en el corazón del encantador e histórico París, el fuego olímpico reposa ante la mirada de la Mona Lisa, porque hasta esos detalles hacen grandes a estos Juegos, por más críticas que reciba por parte de la opinión pública.