Las redes sociales y su papel en la transformación del mundo

23, abril 2023

BORIS BERENZON GORN

A Paola Berenzon mi hija, en la alegría de sus 3 primeras décadas.

Desde que la web 2.0 vino a revolucionar el mundo y las redes sociales han demostrado su capacidad para concretar relaciones globales e incentivar las interacciones en microcomunidades, hemos sido testigos de su potencial como plataformas políticas. Las redes sociales sin duda pueden emplearse como herramientas de cambio y tienen la capacidad de conectar a seres humanos en todo el orbe e impulsar movimientos de resistencia desde el ordenador o el móvil. Se trata de un hecho sin precedentes que merece la pena analizar.

Durante décadas se planteó la posibilidad de generar situaciones de realidad virtual que formaran parte de la vida humana. Sin embargo, era común plantear tales situaciones como algo ajeno a la vida cotidiana, a la “vida real”. Se trataría de un espacio aislado y de abstracción que posibilitaría el aprendizaje y hasta conectar con uno mismo, pero del que, hipotéticamente, podríamos zafarnos fácilmente retirando los lentes de realidad virtual, saliendo de la holocubierta o desenchufando el dispositivo que nos conectara con ese universo “irreal”. Esta pretensión se esfumó. Las redes sociales tienen efectos en la vida real y el mundo digital se imbrica con el horizonte cotidiano. 

Las interacciones en redes sociales se han convertido en un nuevo espacio social donde llevamos a cabo parte de nuestra vida. Independientemente de que el anonimato se siga empleando como modelo de interacción nociva, para atacar, acosar y promover discursos de odio, lo cierto es que esto no limita las posibilidades de las relaciones virtuales entre seres humanos que se presentan con su identidad real o con el avatar que han creado para el mundo digital y mediante el que se les puede reconocer en los centros públicos, los medios de comunicación o el vecindario.

Para probar el efecto de las transformaciones que han llegado con las redes sociales basta recordar algunos ejemplos en que han fungido como espacios donde se ejerce el poder motivando cambios y hasta movilizaciones sociales. El primer episodio y que ya aparece en gran parte de los libros de historia es el de la Primavera Árabe en países como Túnez y Egipto, que independientemente de su efecto a largo plazo, estableció sin duda un precedente sobre el efecto de las redes sociales en la organización ciudadana fuera de los discursos hegemónicos. 

Las redes sociales también convirtieron el movimiento #MeToo en una campaña global contra el acoso y la violencia sexual, han permitido movilizar grandes cantidades de personas en torno al cambio climático, cuestionar la industria del entretenimiento con el hashtag #OscarsSoWhite, así como impulsado el movimiento #BlackLivesMatter que cuestiona el racismo sistémico en los Estados Unidos.

Han permitido presionar a gigantes empresariales como Amazon o Coca-Cola para que cambien sus políticas; concientizar acerca de temas migratorios, de diversidad sexual o inclusión de las personas con discapacidad. Han atestiguado protestas como la de los estudiantes estadounidenses ante los tiroteos de Parkland y la Santa Fe High School.

Las redes sociales se han empleado en campañas políticas—no siempre progresistas—y usado para posicionar o desacreditar a personajes diversos en gobiernos e instituciones. Además han servido para organizar y coordinar la ayuda en crisis como el ébola, la crisis humanitaria en Nigeria, la guerra de Siria o de Rusia contra Ucrania, para apoyar a las víctimas de terremotos, tifones y huracanes en diversas partes del globo, y por supuesto, en la crisis de la pandemia por COVID-19 que afectó a toda la humanidad. Constituyen medios de conexión y participación permanentes y en buena medida escapan todavía al control de los grandes poderes políticos, aunque generalmente sucumben ante los económicos. En todo caso, su capacidad como catalizadores de cambio es innegable y nos invita a mantener la perspectiva crítica y la mente abierta.