Bimbo, Coca-Cola y Mattel en la escuela pública. Parece 2012, pero es 2025. Y no es Peña. Es Delgado. No es una política de salud. Es una estrategia de posicionamiento. Y está generando más fisuras en Morena.
Hace unos días, el secretario de Educación Pública, Mario Delgado, se reunió con 27 grandes corporativos para integrar el programa Vive Saludable, Vive Feliz. Básculas, rutinas de activación física y materiales sobre nutrición llegarán a las escuelas… de la mano de la iniciativa privada.
La imagen no fue casual. Fue una señal. Y no fue al sector educativo. Fue al empresariado.
LA CAMPAÑA
Desde que llegó a la SEP, Mario Delgado demostró que no planeaba ser un técnico más. En febrero, convocó a empresas para adecuar los planes de estudio. Hoy las mete a las aulas disfrazadas de donantes. Su apuesta es esta: una modernización educativa con logotipo empresarial.
Delgado pone la transformación de la educación en un segundo plano, mientras diseña su propia plataforma política. Un funcionario en modo candidato, que usa su cargo para construir alianzas, ganar tiempo y diferenciarse. Frente a un lopezobradorismo sin López Obrador, levanta la mano con un nuevo discurso: innovación, empleabilidad, inversión.
Pero esa misma estrategia lo mete en la mira del ala radical de la ‘4T’.
El primero en reaccionar fue Hugo López-Gatell. No como epidemiólogo, sino como voz del obradorismo puro. En una entrevista lanzó una fuerte crítica: acusó captura corporativa, pseudociencia disfrazada de información, y comparó a Delgado con funcionarios de Calderón y Peña.
“Se entregó el programa de salud escolar a las mismas empresas que causan la epidemia de obesidad”, acusó. Para Gatell, esto no es una alianza. Es traición. Y su mensaje no va dirigido a la SEP, sino al corazón de Morena: si Delgado coopera con los empresarios, no puede hablar en nombre de la transformación.
FUEGO CRUZADO
La Presidenta no ha dicho una sola palabra. Y eso dice mucho. Porque si respalda a Delgado, se le voltean los radicales puros. Y si respalda a Gatell, se le cae el equilibrio interno.
Sheinbaum no manda del todo en su gabinete. La mitad viene del gobierno de López Obrador. Y la imagen de control se desdibuja frente al fuego cruzado. Delgado no habría avanzado sin autorización previa. Pero su operación desató una tormenta inesperada para la mandataria.
No es el primer caso. Ante una oposición invisible, Morena ha recurrido al canibalismo político. Hace semanas fue el rechazo a Yunes por parte de Nahle. Antes, el desaire de líderes parlamentarios a Sheinbaum en el Zócalo. Y luego, las críticas internas contra Andrea Chávez, protegida de Adán Augusto.
Cada episodio suma. Cada silencio resta. Y en el fondo, todos gritan lo mismo: Morena no es un bloque. Es un campo minado de egos.
FUTURO
Detrás del debate educativo hay algo más profundo: dos modelos del futuro post-obrador enfrentados. Uno que quiere abrirle la puerta a los sectores agredidos por el viejo líder. Y otro que prefiere mantener el discurso de soberanía, aunque eso signifique quedarse solos.
¿Colaboración o confrontación? ¿Una ‘4T’ con logos o una ‘4T’ con dogmas?
La disputa entre Mario Delgado y el ala radical no es anecdótica. Es estructural. Es sobre el rumbo del movimiento después de 2030. Y en medio está Claudia Sheinbaum. Callada, cautelosa, contenida. Atrapada entre la pragmática que necesita para gobernar y el purismo que no se atreve a desafiar. Pues esta es la verdadera carga presidencial: la de un movimiento sin mando único.
La mandataria camina sobre una cuerda floja: debajo, un gabinete lleno de intereses personales. Al frente, un movimiento con necesidad de brújula.




