Imagina que decides construir una casa. El arquitecto te dice que costará 504 mil pesos. Confías en él, firmas el contrato y empiezan las obras. Pero al final, la casa termina costando un millón 178 mil pesos. Más del doble. ¿Qué pensarías? ¿Te engañaron? ¿Hubo corrupción? ¿Usaron los mejores materiales?
Ahora, cambia la casa por el Tren Maya, la refinería Dos Bocas y el Aeropuerto Internacional Felipe Ángeles. Las tres obras estrella del sexenio pasado debían costar 504 mil millones de pesos. Pero terminaron costando un billón 178 mil millones. Un sobrecosto de 673 mil millones de pesos, más del doble de lo aprobado inicialmente.
Este escándalo va más allá de un juego de cifras. Y es que cada peso que se fue en pagar sobrecostos es un peso menos para mejorar tu calidad de vida y la de tu familia.
¿Y EL DINERO?
De acuerdo con México Evalúa, el Tren Maya costó 176% más de lo planeado. Dos Bocas tuvo un sobrecosto del 89%, y el AIFA 44% más de lo prometido. ¿Qué se podría haber hecho con esos 673 mil millones de pesos?
Se podrían construir 169 hospitales de tercer nivel del IMSS (como el que se anunció recientemente en Zacatecas). Representa 1.2 veces el presupuesto de pensiones para adultos mayores en 2025 (544,600 millones de pesos). Es 13 veces el presupuesto de seguridad pública para este año (51,200 millones de pesos).
Cada año, la Cámara de Diputados aprueba el Presupuesto Federal. Este documento, enviado por la Presidencia, detalla cuánto se gastará y en qué. Una vez aprobado, el gobierno no puede gastar más de lo autorizado sin justificación.
Sin embargo, en este caso, los montos se inflaron sin ninguna consecuencia. El Tren Maya, por ejemplo, costó 176% más de lo planeado. El AIFA, 44% más. Dos Bocas, 89% más. Y el Congreso, en lugar de frenar estos excesos, miró hacia otro lado.
Y lo peor: estos sobrecostos no fueron cubiertos solo con los impuestos que pagas. También se adquirió deuda pública.
El sexenio pasado pidió prestados 1.9 billones de pesos para poder terminar sus obras, lo que elevó la deuda nacional a niveles récord. Las siguientes generaciones pagarán estos errores.
SEMILLA DE LA CORRUPCIÓN
Tal parece que el sobrecosto de estas obras no fue un error aislado. Fue una estrategia. Se anunció un presupuesto, se aseguró que sería suficiente y, una vez en marcha, los costos se inflaron sin control.
Así funciona la corrupción con obras públicas: no se roba antes, sino durante. El problema es que cada peso extra que se fue en sobrecostos fue un peso que no se usó para medicinas, escuelas, hospitales, seguridad o transporte público. La gente tiene derecho a saberlo. Y a exigir que no se repita.
Cuando una obra cuesta más del doble de lo prometido, no es solo un error de cálculo. Es un desfalco. El sexenio pasado gastó como si el dinero fuera infinito. Pidió prestado para tapar los agujeros de sus sobrecostos. Pero ahora la cuenta llegó, y la pagaremos todos.
Cada vez que falte una patrulla, un hospital o una escuela, habrá que recordar que 673 mil millones de pesos terminaron en proyectos que costaron más de lo que debían. Aquí la pregunta es: ¿quién se benefició realmente?