Dos de las principales figuras políticas de Morena han sellado una tregua. Por ahora.
El coordinador de los diputados de Morena, Ricardo Monreal, publicó una foto junto a su homólogo en el Senado, Adán Augusto López. Sonrientes, abrazados, como si las acusaciones de corrupción nunca hubieran existido. “El momento que vive México requiere de unidad nacional”, escribió Monreal en referencia a la amenaza Trump. Pero que nadie se confunda: esta no es una alianza, es un alto al fuego por con veniencia.
Apenas el 13 de diciembre, Adán Augusto acusó a Monreal de haber manejado de manera irregular más de 150 millones de pesos en contratos cuando estuvo al frente de la Junta de Coordinación Política en el Senado, de 2018 a 2024. Monreal no tardó en responder: lo retó a presentar pruebas o retractarse. Pero la denuncia nunca llegó.
El choque tuvo su origen, en apariencia, en el presupuesto del Senado para 2025. Adán Augusto dijo que hubo un recorte de 123 millones de pesos, orquestado desde San Lázaro, donde Monreal tiene el control. Falso, respondió el zacatecano. No solo no hubo recorte, sino que el presupuesto aumentó un 3%.
El 16 de diciembre, los dos se reunieron con la secretaria de Gobernación, Rosa Icela Rodríguez. Fue el fin del pleito, al menos en apariencia. “La política será siempre el arte de buscar acuerdos y entendimientos”, escribió Monreal. Pero nadie olvida que en política, una foto no borra un golpe. Solo pospone la venganza.
LA GUERRA ES 2030
Monreal y Adán Augusto no se atacaron por contratos o presupuestos. Ni por un amor ferviente a la transparencia en el uso de tus impuestos. Se atacaron porque ambos tienen la mirada puesta en 2030.
Los dos fueron corcholatas en la sucesión de 2024 y los dos perdieron ante Sheinbaum. Los dos fueron gobernadores, Monreal en Zacatecas y Adán Augusto en Tabasco. Ambos nacieron políticamente en el PRI, migraron al PRD y luego respondieron al llamado de AMLO para sumarse a Morena. Y sí, ambos también han sido acusados de desvíos de recursos y corrupción. Hoy son coordinadores de las bancadas de Morena en el Congreso federal. Son piezas centrales en el ajedrez legislativo del oficialismo. Sin ellos, Claudia Shein baum carece de fuerza para empujar sus ambiciosas reformas. Pero solo uno de ellos podrá mantenerse de pie.
La foto de la paz es solo un respiro en la guerra que viene. La tregua durará lo que tengan que durar las prioridades legislativas de Sheinbaum. Después, Monreal y Adán volverán a lo suyo: desgastarse mutuamente en la carrera por 2030.
Por ahora, Monreal es el rival más débil. No solo tiene menos arraigo en el obradorismo, sino que ha coqueteado con la oposición más de una vez. Adán Augusto, en cambio, es un operador duro del clan tabasqueño, con lealtad ciega al proyecto de López Obrador. Fue él quien, a la buena o a la mala, logró que el Senado aprobara el plan C.
Pero esta no es una pelea de dos. Otros ya están en la carrera. Ahí está Marcelo Ebrard, quien aún busca su reencuentro con el sector duro del morenismo. Fernández Noroña, siempre esperando una oportunidad. Clara Brugada, con la ventaja de gobernar la capital. María Luisa Alcalde, bien posicionada como presidenta del partido. Y, claro, Andy López Beltrán, el hijo del jefe máximo.
Apenas comienza la contienda. Monreal y Adán Augusto están en la primera línea, pero la guerra por la sucesión ya tiene más jugadores. El 2030 está lejos, pero la batalla ya empezó.
@Juan_OrtizMX