Morena quiso cerrar la puerta al nepotismo, pero terminó abriendo otra: la de su propia fractura interna. La reforma promovida por Claudia Sheinbaum buscaba impedir que familiares de funcionarios heredaran cargos de elección popular. Pero en la Cámara de Diputados, en lugar de consenso, hubo fuego cruzado. Lo que debía ser un golpe de autoridad se convirtió en una guerra dentro del partido gobernante.
De un lado, el bloque de Adán Augusto López y Manuel Velasco, operadores que velan más por su futuro político que por la disciplina del partido. Del otro, Ricardo Monreal, quien ha jugado sus cartas de manera independiente desde hace años. Y en una tercera facción, los autodenominados “claudistas“, encabezados por Alfonso Ramírez Cuéllar y Gabriela Jiménez, quienes aseguran ser los guardianes de la visión de la Presidenta.
Tres grupos, un solo partido y una reforma que, en vez de unificar, profundizó las fracturas. El enemigo de Morena no está afuera, sino entre sus propias filas.
LA BOMBA DE MONREAL
En el último Taller de Lectura que organiza cada semana, Monreal aseguró que hubo negociaciones “no autorizadas” entre algunos morenistas y el PAN. Según el zacatecano, Federico Döring, diputado panista, le dijo que Gabriela Jiménez ofreció 100 votos a cambio de que la reforma aplicara hasta 2027, con un candado que prohibiera a los hijos de AMLO ser candidatos presidenciales por 10 años.
El escándalo fue inmediato. Jiménez primero intentó minimizar la acusación, luego reconoció que habló con el PAN, pero negó que se mencionara a los hijos de López Obrador. Döring, por su parte, celebró que Monreal confirmara que sí hubo un acercamiento.
Atrapado en la controversia, Monreal negó haber dicho lo que el video claramente lo muestra diciendo. Pero ya era tarde: una parte de la bancada guinda consideró esto una traición a la disciplina del partido y abrió una grieta justo cuando Morena enfrenta su mayor reto rumbo a 2027.
Monreal no es ingenuo. No lanza acusaciones a la ligera, lanza advertencias. Su revelación -intencional o no- expuso algo más grande: las lealtades dentro de Morena no son inquebrantables y, en el momento adecuado, algunos están dispuestos a negociar con el adversario si eso sirve a su causa.
OPOSICIÓN EN CASA
Este episodio no es el primero ni será el último. Morena está cayendo en un patrón donde sus mayores conflictos no son contra el PAN, el PRI o Movimiento Ciudadano, sino entre sus propias facciones. Cada grupo tiene su propia agenda, su propio liderazgo y, sobre todo, sus propios intereses a futuro.
Pasó con Ricardo Monreal vs. Adán Augusto en el Senado, con acusaciones de desvío de recursos públicos. Ahora, la pugna se trasladó a la Cámara de Diputados, con Jiménez y Ramírez Cuéllar queriendo marcar su propio territorio en nombre del “claudismo“.
El problema no es solo la reforma contra el nepotismo. El verdadero problema para Morena es que, sin una oposición partidista fuerte, el fuego amigo se ha convertido en su mayor amenaza.
La gran pregunta es: ¿hasta dónde llegará esta fractura interna? Si Morena sigue dividiéndose, la oposición tendrá una oportunidad que no ha sabido construir por sí misma. Basta con que logre alianzas con los grupos más alineados con Sheinbaum para lograr acuerdos que no podría con Monreal.
Esta reforma debía cerrar un capítulo de favoritismos políticos. Pero su discusión abrió otro: el de un Morena que no puede ocultar sus fracturas internas, aunque no tenga rival enfrente.
Y lo peor para el partido oficialista no es la división. Lo peor es que esas grietas pueden acabar en una parálisis total del Congreso.