En el corazón de Iztapalapa, una de las alcaldías más densamente pobladas y complejas de la Ciudad de México, un proyecto cultural ha florecido como una semilla de esperanza: la Orquesta Infantil de Oriente. Desde su fundación en 2011 por el maestro Vadim Tavira Carmona, esta orquesta ha ofrecido a niñas, niños y jóvenes una alternativa real al entorno de violencia y marginación que impera en muchas colonias de la zona.
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“La música nos puede salvar de muchas cosas”, asegura el profesor Tavira, quien dirige este proyecto en la Utopía Tecolotlán con el respaldo de la Secretaría de Cultura capitalina. Su objetivo va más allá de la enseñanza artística: se trata de brindar un espacio seguro, de convivencia y transformación personal a través de la música.

En estas aulas abiertas, el entusiasmo es contagioso. Melanie Michelle, estudiante de violín originaria de San Miguel Totontepec, comparte que desde pequeña soñaba con tocar ese instrumento. Reconoce los desafíos de su colonia, donde la violencia y los vicios son parte del día a día. “Invito a otras niños y niños a que participen u formen parte de la orquesta y se inscriban a cualquier actividad”, dice con esperanza.

Fabricio Zamano, otro integrante de la orquesta, vive en Ejército de Oriente, una zona que define como peligrosa, donde por las noches se escuchan disparos. Aun así, la música lo mantiene motivado. “Toco con pasión, eso me gusta, y se contagia. Si te esmeras, puedes llegar muy lejos”, afirma. Él es uno de los muchos jóvenes que han encontrado en el violín no solo un pasatiempo, sino una forma de expresión y resistencia ante la realidad que los rodea.

El impacto del proyecto es palpable también en los más pequeños. Estefanny Ortiz, de tan sólo 10 años, vive en la colonia República Mexicana. Su amor por el canto nació al ver a su hermana mayor, y hoy forma parte activa de la orquesta. Cree firmemente que la música puede cambiar a las personas: “Tal vez los haga relajarse, porque la música es muy bonita”, dice convencida.

Isaac Sánchez Guerrero, de 12 años, se acercó al proyecto al escuchar un concierto en su colonia. Desde entonces, afirma que su vida ha cambiado. “La música me hace feliz, me ha hecho reír más”, relata con una sonrisa. Ya se ha presentado en varios foros y sueña con seguir formándose como músico.

Cinco generaciones
La orquesta comenzó con 75 niños un lunes 28 de febrero de 2011, a las 3:30 de la tarde. A lo largo de los años, ha visto pasar al menos cinco generaciones de estudiantes. Aunque al principio ensayaban en la calle o en espacios improvisados, hoy cuentan con un hogar fijo y más instrumentos, gracias al esfuerzo del maestro y del apoyo institucional.
“Esperamos que este proyecto siga por muchos años más, que se sumen más orquestas en Iztapalapa y en toda la Ciudad de México. La música es una buena terapia, una medicina para el alma, el corazón y la mente”, asegura Tavira. Actualmente, las clases se imparten en tres utopías de la alcaldía: Tecolotlán, Olini y Teotongo, espacios comunitarios que han permitido ampliar la cobertura del programa.
“No hacemos audiciones, aquí cualquiera puede venir. Las clases son gratuitas y se les presta el instrumento. Lo importante no es formar músicos profesionales, sino usar la música como una herramienta para transformar la sociedad”, afirma el director, cuyo legado musical proviene de una familia de músicos tradicionales calentanos del estado de Guerrero.
Andrea Escotia Cedillo, madre de Maite y Andrés, dos estudiantes de la orquesta, recuerda cómo sus hijos se iniciaron en la música: “Un día pasábamos por donde el profe daba clases, escuchamos la música y nos gustó. Me paré a preguntar, y me dijo que si el niño tenía 6 años y sabía leer y escribir, podía entrar”. Hoy, además de música, su hija toma clases de danza.
La familia vive en una zona con altos índices delictivos, pero Andrea está convencida de que el arte puede cambiar entornos. “Yo soy de las personas que no quiero ser igual al entorno que siempre nos critican o juzgan. Busco mejorar como persona, y para mis hijos quiero eso: lo mejor, que sean distintos, con mayores oportunidades y una mejor visión de vida”.

La Orquesta Infantil de Oriente no solo enseña a leer partituras o tocar diversos géneros musicales. Enseña a resistir, a soñar, a encontrar alegría en medio del caos. Y, sobre todo, a creer que otro futuro es posible para las infancias de Iztapalapa. Porque, como dice Fabricio, “si se contagia esa pasión, puedes llegar a donde quieras”.