Nikolái Leónov, el hombre del KGB en América Latina

29, abril 2022

MOSCÚ, Rusia (EFE).- El espía soviético Nikolái Leónov, que murió el miércoles 27 de abril a los 93 años de edad, fue uno de los principales hombres del KGB en América Latina durante la Guerra Fría, donde vivió muy de cerca la revolución cubana, la crisis de los misiles y el asesinato de Kennedy.

“No hay alternativa al castrismo ni tampoco una necesidad histórica de cambiar de sistema. El legado de Fidel Castro es indestructible”, comentó a Efe en un perfecto español Leónov, subdirector del KGB entre 1983 y 1991, tras la muerte del líder cubano.

Amigo personal de Raúl Castro

Conoció al menor de los Castro en 1953 a bordo de un pequeño barco que zarpó de Génova rumbo a Veracruz. Seguidamente, conoció en México a Fidel cuando este preparaba el viaje del Granma hacia la isla. (1956)

“Al principio Fidel sospechaba de mí”, admitió. Sólo acabó por fiarse cuando Leónov le acompañó a sol y a sombra durante el primer viaje del líder cubano a la URSS en 1963, que duró la friolera de 38 días.

Nunca escatimó elogios de Fidel, del que dijo que “era un Everest, un milagro de la naturaleza, tanto por su energía y voluntad, como por su capacidad intelectual”.

En cuanto al futuro, siempre se mostró optimista, ya que aseguraba que “cada moneda tiene dos caras y la otra cara de los Castro es Raúl”.

La biografía “Raúl Castro, un hombre en revolución” que escribió Leonov fue el libro más vendido en Cuba en 2016.

“Creo que Cuba se dirige hacia un Estado democrático representativo como en Europa. Pero el partido único, el testamento de Martí, no se negocia”, opinó tras el ascenso al poder de Miguel Díaz Canel.

Nikita, lo que se da, no se quita

“Nikita Jruschov se portó mal con Fidel. Pecó de falta de tacto diplomático. Acordó con (el presidente de EU, John) Kennedy retirar los misiles de la isla sin consultar con Fidel”, destacó y recordó el estribillo que entonces entonaban los cubanos “Nikita, Nikita, lo que se da, no se quita”.

Leónov y otros historiadores rusos aseguran que lo que disipó cualquier duda sobre la necesidad de acudir en ayuda de La Habana fue la “Operación Mangosta”, es decir, los planes de sabotaje de la isla aprobados por Kennedy.

“Fue una pequeña victoria política y moral para la URSS. El triunfo radicó en que EU aceptó a partir de entonces el hecho irrefutable de que la URSS era una gran potencia nuclear”, explicó.

La jugada le salió bien al Kremlin, ya que Kennedy, a cambio de la retirada de los misiles soviéticos de Cuba, ordenó el desmantelamiento de los cohetes Júpiter, que EU tenía en Turquía e Italia.

Al borde de la II Guerra Mundial 

No obstante, el órdago de los misiles lanzado por Jruschov fue considerado por la cúpula comunista como una muestra más del irresponsable voluntarismo del líder soviético, que no sólo puso en peligro la paz mundial, sino que creó graves problemas para la economía del país.

“Los dirigentes soviéticos consideraron que la crisis había sido una aventura muy peligrosa. A mi juicio, Jruschov pagó su responsabilidad con el cargo. La crisis fue la última gota que colmó el vaso. Los americanos asesinaron a Kennedy. Nosotros no matamos a nuestro líder, pero lo apartamos del poder”, comentó.

En su opinión, el gran derrotado de la crisis fue EU, ya que “tuvo que aceptar la Revolución Cubana y comprometerse a no atacar la isla, lo que suponía reconocer su primera gran derrota en el hemisferio occidental y un gran revés para la doctrina Monroe”.

Leónov opinaba que no es exagerado hablar de que el mundo estuvo “al borde de un conflicto mundial, ya que en Cuba había más de un centenar de bombas atómicas y los 42.000 soldados soviéticos desplegados en la isla no estaban dispuestos a dejarse aniquilar en caso de agresión norteamericana”.

“Los informes que yo envié desde México decían que EU estaba dispuesta a atacar la isla. El peligro era muy grande y el enfrentamiento era posible. Aunque yo pensaba que Cuba no justificaba un holocausto mundial y creía que el sentido común prevalecería”, dijo Leónov.

Operó desde México

Leónov, que se reunió con Lee Harvey Oswald en México “más o menos un mes antes del asesinato de Kennedy”, consideró “imposible” que “ese demente” fuera el autor del magnicidio ocurrido el 22 de noviembre de 1963.

“Vino a la embajada a buscar la forma de salir urgentemente con destino a la URSS. Me dijo que lo estaban persiguiendo y que quería regresar para salvar su vida”, explicó a Efe.

Después de la desclasificación de documentos relativos al caso en octubre de 2017, el general del KGB insistió en que Oswald “no pudo ser el ejecutor material del asesinato”.

“Es imposible. Era un hombre desgastado, extremadamente flaco y pobremente vestido. Estaba muy nervioso. Le temblaba todo, de las manos a los pies. Ni siquiera le pude estrechar la mano. Su estado era horrible”, precisó.

De ahí la “sorpresa” de Leónov cuando, después de unas semanas, apareció en la televisión estadounidense y “fue presentado como el asesino de Kennedy”.

“Era un desgraciado enfermo. Sólo despertaba compasión. El KGB nunca se lo tomó en serio. ¿Quién se lo iba a tomar en serio? Si usted lo tuviera delante hoy en día tampoco se lo tomaría en serio”, subrayó.

En su opinión, Oswald fue elegido como peón en el complot ultraconservador para matar a Kennedy por haber vivido en la URSS entre 1959 y 1962.

A Kennedy “nunca le perdonaron su actuación en la crisis de los misiles en Cuba”, sentenció Leónov, que operó en México entre 1961 y 1968.