RICARDO MONREAL
La madrugada del 25 de octubre, el huracán Otis tocó tierra en México, afectando los estados de Michoacán, Oaxaca y Guerrero. En este último, sobre todo en el municipio de Acapulco, hubo graves daños materiales en infraestructura urbana, social y turística, sin soslayar lo más lamentable, que ha sido —hasta el cierre de este artículo— el fallecimiento de 46 personas y la desaparición de otras 58.
Y es que, en cuestión de 12 horas, Otis pasó de ser tormenta tropical a huracán de categoría 5, la más fuerte en la escala de Saffir-Simpson. Esto significa que, de presentar vientos de 64 kilómetros por hora, estos se elevaron hasta 270.
Tanto el Centro Nacional de Huracanes de Estados Unidos como la Organización Meteorológica Mundial destacaron la velocidad con que Otis se convirtió de tormenta tropical en huracán de máxima categoría. Incluso, en el mismo Centro se aseveró que no se tenía registro de ciclones cercanos a esa intensidad en esta parte de México.
Por su parte, personal técnico del Centro Nacional de Prevención de Desastres (CENAPRED) afirmó que los modelos de pronósticos internacionales no tenían previsto que Otis evolucionara rápidamente ni que alcanzara la costa de Guerrero.
Para personas expertas del Instituto de Ciencias de la Atmósfera y Cambio Climático de la UNAM es claro que la aparición con cada vez más frecuencia de estos fenómenos naturales se debe al cambio climático. Asimismo, la formación de huracanes más intensos que pasan de menor a mayor categoría en poco tiempo tiene el mismo origen: el aumento de la temperatura en la Tierra.
De acuerdo con la Oficina Nacional de Administración Oceánica y Atmosférica de Estados Unidos, más del 90 por ciento del calentamiento global de los últimos 50 años se produjo en los océanos. Ello se suma a que este año, en el Pacífico, se está produciendo el fenómeno de El Niño, que incrementa aún más el calor en los mares.
Tras el paso de Otis, el Gobierno de México indicó que cuenta con recursos por 18 mil millones de pesos para atender la contingencia, además de tener una línea presupuestal de cerca de 10 mil millones de pesos. Asimismo, invirtió 5 mil millones de pesos en seguros catastróficos que se contratan anualmente para hacer frente a estas emergencias.
Igualmente se suma el bono catastrófico de 485 millones de dólares con que se cuenta en el marco de la Alianza del Pacífico, que es de diversificación de riesgos con Colombia, Perú y Chile.
Para brindar auxilio a la población civil ante el desastre, se activaron también el Plan DN-III-E, el Plan Marina y el Plan GN-A; se enviaron 10 mil elementos de las Fuerzas Armadas y 2 mil tres personas funcionarias, denominadas servidores de la nación; estas últimas ya realizan un censo, casa por casa, de habitantes afectados por el huracán, en el marco de la implementación de un programa de construcción y mejoramiento de vivienda y de pequeños comercios afectados.
También se está apoyando a hoteleros y comerciantes de Acapulco a través de la Financiera para el Bienestar.
Por su parte, la Secretaría de Seguridad y Protección Ciudadana emitió la correspondiente declaratoria de emergencia para el estado de Guerrero. Con ella se activó el Programa para la Atención de Emergencias por Amenazas Naturales, el cual tiene como objetivos, entre otros, apoyar a las entidades federativas cuyas capacidades operativas y financieras se encuentran rebasadas para brindar suministros de apoyo a la población afectada por una amenaza natural.
La tormenta tropical Otis fue un fenómeno natural que súbitamente degeneró en huracán categoría 5. Es de esperarse que en la medida que no detengamos el cambio climático en nuestro planeta estos acontecimientos continúenpresentándose con mayor frecuencia e intensidad.
El Gobierno de México se encuentra preparado para este tipo de emergencias. Nuestra solidaridad y capacidad ante ellas no están en duda; sin embargo, laprevención debe seguir siendo permanente frente al desafío climático.
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