En medio de su recuperación por una neumonía bilateral en el Hospital Agostino Gemelli, el Papa Francisco mantiene su actividad pastoral, como lo demuestra su reciente catequesis sobre “La visita de los Magos al Rey recién nacido“. Sin embargo, la atención mediática se ha centrado en un documento firmado hace una década: su carta de renuncia condicionada.
El pontífice argentino, fiel a su estilo de transparencia, ha confirmado en múltiples ocasiones la existencia de este documento preventivo, firmado en 2013 y entregado al entonces secretario de Estado del Vaticano, cardenal Tarcisio Bertone. Actualmente, se presume que esta carta se encuentra bajo la custodia del cardenal Pietro Parolin, actual secretario de Estado.
La previsión del Papa Francisco refleja una nueva era en el papado, marcada por el histórico precedente de Benedicto XVI, quien en 2013 se convirtió en el primer pontífice en renunciar en seis siglos. Sin embargo, Francisco ha dejado clara su postura: si bien considera la renuncia como una opción válida ante impedimentos de salud, advierte que no debe convertirse en una “moda” institucional.
Con su característica franqueza, Francisco ha definido incluso los términos de una eventual renuncia: rechazaría el título de “Papa emérito” y la sotana blanca, optando por ser llamado simplemente “obispo emérito de Roma”. No obstante, su compromiso actual permanece firme, reiterando en un viaje a África en 2023 su visión del ministerio papal como “ad vitam” y manteniendo su filosofía de que “se gobierna con la cabeza, no con la rodilla”.

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