Semana Crucial

Semana clave para México: EE.UU. decidirá el 4 de marzo sobre aranceles. La incertidumbre crece ante las acciones impredecibles de Donald Trump



Inicia una semana crucial para el futuro de México. Este martes 4 de marzo el gobierno de Estados Unidos decidirá si impone tarifas arancelarias a los productos mexicanos de exportación. Una palabra define el momento por el que atravesamos: incertidumbre. Nadie sabe exactamente qué hará el disruptivo Donald Trump, que parece no detenerse ante nada.

Ya se ha dicho repetida y sobradamente que establecer aranceles en la región de Norteamérica es una política de perder-perder. Nadie en su sano juicio se atrevería a tanto, sabiendo el enorme daño que provocará a las economías de tres países que, después de una historia de 30 años de libre comercio, interdependencia y construcción de cadenas de suministro, saldrán perjudicados. 

Sin embargo, a Donald Trump le gustan las grandes apuestas. Y entre más atrevidas y descabelladas parezcan, mejor para él, porque es en el terreno donde le gusta y sabe negociar. Como bien señaló en un comunicado la fiscal general de los Estados Unidos, Pamela Bondi, lo que está sucediendo “es consecuencia de que la Casa Blanca negocia desde una posición de fuerza”.

Así es, así ha sido y, por lo que parece, así será. Y no es poco lo que ha logrado Donald Trump con el amago de los aranceles. Canadá se alineó de inmediato con el gobierno de los Estados Unidos, denominó a los cárteles mexicanos organizaciones terroristas, anunció  la inversión de millones de dólares para reforzar la seguridad fronteriza y promovió la creación de una fuerza binacional para blindar la frontera común. A pesar de ello, las presiones de la Casa Blanca hacia Canadá no han cesado.

En cuanto a México, de inmediato el gobierno de Claudia Sheinbaum decidió el envío de miles de soldados y guardias nacionales para resguardar la frontera a fin de contener la migración y el tráfico de fentanilo que mata al año a miles de estadounidenses. Además, multiplicó las acciones para detener el contrabando chino y aprehender a líderes de las bandas criminales.

La semana pasada, en un hecho inédito destinado a responder a las exigencias de Donald Trump, el gobierno mexicano decidió entregar a 29 prisioneros de distintos cárteles que llevaban años recluidos en cárceles mexicanas. Integrantes de algunas de las bandas denominadas como organizaciones terroristas, como el Cártel de Sinaloa, el Cártel Jalisco Nueva Generación, Los Zetas o La Familia Michoacana, fueron trasladados desde México, en un operativo sin precedentes, a cárceles de los Estados Unidos. Entre ellos, Rafael Caro Quintero, a quien el gobierno norteamericano reclamaba desde hace 40 años por el asesinato del agente de la DEA Enrique Kiki Camarena.

Sin embargo, la ofrenda de Claudia Sheinbaum a Donald Trump resultó insuficiente para el jefe de la Casa Blanca, quien exige mucho más. Ahora quiere a políticos corruptos que se han beneficiado de su complicidad con los cárteles de las drogas. En una entrevista con el medio británico The Spectator, Trump recomendó investigar a políticos mexicanos relacionados con delitos de narcotráfico. Además, según The Wall Street Journal, el jefe del Pentágono, Pete Hegseth, advirtió el inicio de medidas unilaterales por parte del Ejército estadounidense en contra de los cárteles mexicanos, en caso de que el Gobierno de México no cumpla con la exigencia de abordar posibles nexos de autoridades con el crimen organizado.

Un aspecto muy delicado es que supuestamente Sheinbaum no intervino en la decisión más importante que se ha tomado en materia de seguridad en mucho tiempo, lo cual resulta increíble. Según el secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, la Presidenta “no tuvo nada que ver” en la entrega de los 29 capos, pues se trató de “una decisión colegiada del gabinete de seguridad”. En el gobierno mexicano parece prevalecer la idea de que hay que hacer más y que, si Trump quiere sangre, sangre habrá que darle para congraciarse con él. ¿O de qué otra manera puede explicarse la detención de tres exfuncionarios del gobierno de Michoacán y la orden de aprehensión contra el exgobernador Silvano Aureoles? ¿Y por qué no Rubén Rocha Moya o Américo Villarreal, sobre quienes pesan serias sospechas de vínculos con la delincuencia organizada? La pregunta es: ¿hasta dónde estará dispuesta a llegar Claudia Sheinbaum en medio de la desesperación provocada por la inminente aplicación de aranceles a productos mexicanos?

Muy pronto lo sabremos.