Sinaloa: un año de narcoguerra

Un año después del secuestro del Mayo Zambada, Sinaloa vive una narcoguerra que ha dejado miles de muertos y una crisis económica sin precedentes


Juan Ortiz

Un año después, la herida sigue abierta. Lo que comenzó como una supuesta traición dentro del Cártel de Sinaloa se terminó convertido en una guerra intestina que desangra al estado. La captura de Ismael “el Mayo” Zambada en julio de 2024, envuelto en un episodio lleno de sombras y silencios oficiales, fue la chispa que encendió un fuego que hoy mantiene a Sinaloa en crisis. Desde entonces, la violencia no ha cesado: los cárteles se disputan calles y negocios, y la ciudadanía clama por paz mientras el gobierno insiste en que “seguimos trabajando”.

LA CHISPA

El 25 de julio de 2024, el Mayo Zambada fue secuestrado y entregado a Estados Unidos por Joaquín Guzmán López. En ese mismo episodio fue asesinado Héctor Melesio Cuén, exrector de la UAS. El caso quedó en manos de la FGR, pero hasta hoy no existe ningún avance público ni versión oficial de la investigación. La narrativa del propio Mayo apuntó a una reunión con Cuén, el gobernador Rubén Rocha y los Guzmán López. Ese día terminó con un cadáver y un capo extraditado en circunstancias que nadie ha aclarado.

EL ESTALLIDO

La guerra comenzó el 9 de septiembre de 2024. Balaceras simultáneas en La Campiña y Costa Rica marcaron el inicio del enfrentamiento abierto entre Los Chapitos y Los Mayitos. Desde entonces, Sinaloa vive bajo fuego cruzado: convoyes armados, desplazamientos forzados y un promedio de cinco muertos diarios en la zona de Culiacán.

Datos recopilados por Reforma lo confirman: los homicidios dolosos crecieron 265% en un año. A eso se suma el robo de autos (154%), asaltos a comercios (60%) y extorsión (9%). La narcoguerra también pegó en el bolsillo. Según la Unión de Comerciantes de Culiacán, se han perdido 40 mil empleos y cerrado más de 2 mil negocios, con pérdidas estimadas en 20 mil millones de pesos.

EL HARTAZGO CIUDADANO

Este fin de semana, unas 20 mil personas marcharon por las calles de Culiacán. Vestidas de blanco y al grito de “¡narcoguerra no!”, “¡queremos paz!” y “¡fuera Rocha!”, exigieron seguridad y la intervención directa de la presidenta Claudia Sheinbaum. El obispo Jesús Herrera bendijo la movilización y resumió el sentir colectivo: “El mal no tiene la última palabra”. La protesta fue histórica en un estado donde el miedo se ha impuesto por años.

La respuesta del gobierno no ha cambiado: más soldados. Desde el “culiacanazo sin fin” de septiembre de 2024, más de 10 mil efectivos federales han pasado por el estado, según El Sol de Sinaloa. Hoy la Policía Estatal está dirigida por un general y la seguridad de Culiacán por un coronel. Pero a pesar de la presencia castrense, la percepción de inseguridad llegó al 90.8%, la más alta del país.

El secretario de Seguridad, Omar García Harfuch, insiste en que los grupos están “mermados”. La realidad es otra: los tiroteos siguen y Sinaloa ya rebasó a Guanajuato como el estado más violento.

EL ENIGMA

trece meses del secuestro del Mayo, la incógnita persiste: ¿cómo fue realmente entregado a Estados Unidos? La FGR habla de un “avión clonado”, las autoridades estadounidenses niegan cualquier operativo y la presidenta Sheinbaum se limita a pedir “aclarar cómo ocurrió”. Mientras tanto, Sinaloa cumple un año en guerra, con un presente de sangre y un futuro aún más incierto.

EL DATO ECONÓMICO

El paquete económico de Claudia Sheinbaum para 2026 llega con camisa de fuerza: la tercera parte del presupuesto ya está comprometido en pago de deuda y participaciones a gobiernos locales. A eso súmele pensiones y programas sociales constitucionales: margen de maniobra, mínimo.