Solo el amor transforma

FELIPE ARIZMENDI Obispo Emérito de SCLC MIRAR Conocí una comunidad indígena que tenía y tiene fama de ser muy cerrada, intransigente, cerrada en sus ancestrales costumbres, enemigos de cualquier cambio que se les propusiera. Cuando se pensaba cambiarles párroco, el presidente municipal me mandó una carta en que me pedía que no lo cambiáramos, porque,

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FELIPE ARIZMENDI

Obispo Emérito de SCLC

MIRAR

Conocí una comunidad indígena que tenía y tiene fama de ser muy cerrada, intransigente, cerrada en sus ancestrales costumbres, enemigos de cualquier cambio que se les propusiera. Cuando se pensaba cambiarles párroco, el presidente municipal me mandó una carta en que me pedía que no lo cambiáramos, porque, me decía: Este padre nos conoce, nos aprecia, nos valora, convive con nosotros y nos está enseñando cómo ser católicos modernos… ¿Qué significa ser católicos modernos? Nada del otro mundo, sino que leyeran la Biblia, que permitieran a las mujeres participar más en la liturgia, que la Misa se celebrara en su propio idioma, que aceptaran las pláticas presacramentales, etc. Ellos, que antes rechazaban estos cambios que ya ordenó el Concilio Vaticano II desde hace más de 50 años, ahora los aceptan gustosos, porque sienten que su párroco los quiere, los valora y los respeta. El amor abre las mentes y los corazones para cambiar lo que sea necesario.

Entre novios o esposos que se aman, es fácil que uno acepte las propuestas del otro. Por ejemplo, si a ella no le gusta un deporte que a él le fascina, ella lo acompaña y hasta va disfrutando lo que antes le repugnaba. Cuando los esposos se aman, él deja los excesos de beber y de andar con sus compadres en parrandas, porque sabe que eso molesta a su esposa. Pero si no se aman, con más gusto hace lo que molesta a su esposa y a diario habrá pleitos y discusiones entre ambos. El amor, como dije antes, abre mentes y corazones para transformar la realidad.

En las contiendas políticas y electorales, lo que menos aparece es el amor fraterno. Predominan los insultos, las descalificaciones, tanto en sesiones mañaneras, como en discursos propagandísticos, en espectaculares y letreros de bardas, en debates, culpando de todos los males a regímenes de otros tiempos. Parece que lo que más importa es destruir a los que piensan en forma diferente y tienen otros datos. Aunque digamos que somos cristianos y que el amor inspira nuestro humanismo, con los hechos y las palabras demostramos todo lo contrario. Y aún así, ¿a qué se debe que tantos crean y apoyen a estas personas virulentas? Quizá por las dádivas que les regalan, no de su bolsillo sino de nuestros impuestos, o por conveniencia de poder subir a puestos más altos sólo por aparentar ser del mismo partido.

DISCERNIR

El Papa Francisco, en su reciente viaje a la República Democrática del Congo, dijo algo que vale también para nosotros:

“Es precisamente a partir de los corazones que la paz y el desarrollo siguen siendo posibles porque, con la ayuda de Dios, los seres humanos son capaces de justicia y perdón, de concordia y reconciliación, de compromiso y perseverancia en el aprovechamiento de los talentos que han recibido. Que la violencia y el odio no tengan ya cabida en el corazón ni en los labios de nadie, porque son sentimientos antihumanos y anticristianos que paralizan el desarrollo y hacen retroceder hacia un pasado oscuro”.

ACTUAR

Aprendamos a amar a quienes son diferentes y piensan distinto a nosotros, aunque no estemos en todo de acuerdo. Con respeto, escuchemos lo que ellos proponen y entre todos procuremos llegar a acuerdos que beneficien a todos. Aprendamos a dialogar desde la familia, para que no se imponga el capricho de quien se siente con toda la autoridad, pero que puede degenerar en autoritarismo. Aprendamos a no ofender sistemáticamente a los diferentes, para no cultivar la violencia y el enfrentamiento permanente. Eduquémonos para la fraternidad y la paz.