Solo se confiesan los culpables

10, junio 2023

FRANCISCO FONSECA

La ciencia ficción no hubiera sido uno de los géneros literarios con mayor peso imaginativo de no haber contado con la presencia del escritor y filósofo británico Herbert George Wells, genial inventor de una nueva realidad.

G. Wells fue reconocido mundialmente por sus obras y guiones cinematográficos. ¿Se acuerdan de “La máquina del tiempo”, “El hombre invisible” y “La guerra de los mundos”? Son obras fundamentales y clásicas de la cultura moderna. Sin ellas muchos de nosotros no entenderíamos los horrores de las guerras del siglo recién pasado. Aun cuando no estuvo de acuerdo con muchos de sus críticos y detractores gratuitos, sus admiradores lo han considerado como un genial escritor profético.

G. Wells murió el 13 de agosto de 1946, después de una larga y prolífica vida de 80 años. Pocos escritores merecen que se les recuerde -entre la imaginación, el asombro y la reflexión- como uno de los grandes escritores que ha sobrepasado su tiempo.

Wells guardaba algunas diferencias con otros escritores que a principios del siglo pasado usaron nuevos instrumentos como las grabadoras, que simplificaron su trabajo.  Con las grabadoras entrevistaron a Francois Mauriac, a William Faulkner y a Alberto Moravia. Claro, los entrevistadores juraron que procederían con “bondad”, el sentido que entonces se daba a las palabras sinceridad y honradez. Ha pasado mucho tiempo desde entonces.

De esta generación de escritores –magníficos todos ellos– de inmediato viene a la memoria la lucidez de Borges, Asturias, Carpenter, Cortázar, Moravia, Pasternak y Capote. Por cierto, aludiendo a sus críticos “snobs”, decía Capote: -“Tengo un consejo que dar: nunca hay que rebajarse contestándole a un crítico, nunca”.

Casi todos de los ya nombrados aborrecían el absurdo y estereotipado interés por la Técnica.  A este respecto, William Faulkner decía: “Si el escritor está interesado en la técnica más le vale dedicarse a la  colocación de ladrillos o a otra cosa”.  O como decimos ahora: “vale más que se ponga a vender pepitas”.

Boris Pasternak era partidario de que las obras de teatro representado debían ser acortadas hasta dejarlas en lo esencial.  “Admiro a los ingleses- decía por saber acortar a William Shakespeare-, no sólo para conservar lo que de veras es esencial, sino para subrayar lo que es significativo”.

Günter Grass, gran escritor alemán, escribió cerca de veinte libros y fue Premio Nobel de Literatura en 1999, como ya lo han reseñado. Pero su gran pecado fue haber confesado que aunque en su adolescencia perteneció a las fuerzas hitlerianas, nunca disparó un sólo tiro. ¿Está ya lista la hoguera para quemarlo por hereje en pleno siglo 21? ¡Ah!, la gran hipocresía de los inquisidores que nunca han hecho nada, sólo criticar.

Grass debió recordar de El Conde de Montecristo, de Dumás, que “sólo se confiesan los culpables”.

Fundador de Notimex

Premio Nacional de Periodismo

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