Una historia con sazón colombiano

Alfonso Montaño llegó de Colombia buscando una nueva vida. Su familia lo abandonó y quedó en la calle. Hoy es un ejemplo de superación



Foto: Aracely Martínez

Por las calles del Centro Histórico, donde las filas se forman sin cesar frente a un pequeño carro de comida, la gente llega con curiosidad. Muchos lo descubrieron por TikTok. Otros, como Castañeda, viajaron desde Milpa Alta solo para probar su sazón. Lo que saborean no son simples carnitas ni papas con plátano, sino el resultado de una historia de fe, reinversión y trabajo incansable.

Te puede interesar: “El juego del calamar 3”: final confirmado y fecha de estreno en Netflix

Al frente está Alfonso Montaño, un colombiano que transformó su vida en México gracias al chicharrón paisa, un platillo que él mismo reinventó para enamorar el paladar mexicano.

Su historia no empieza entre papas sazonadas ni manteca nueva. Comienza en Bogotá, donde vendía comida callejera y ayudaba a personas sin hogar. Pero un día, cansado de su rutina, decidió cruzar la frontera y comenzar de nuevo. Llegó a la capital mexicana sin ropa, sin teléfono, sin nadie. “Me dejaron botado. Dormí en la calle. No sabía ni dónde estaba”, recuerda.

Más allá de la fe

Fue entonces cuando, sin más que su fe, se sentó a orar. Recordó aquel versículo que dice: “El que le presta al pobre, le presta a Dios”. “No le estaba cobrando al Señor”, explica, “pero sí le pedí que me echara una mano, que no me dejara dormir en la calle”.

La respuesta llegó en forma de un desconocido. Un hombre se bajó de su camioneta, lo vio llorando y, tras escuchar su historia, lo llevó a su casa. Ahí, Alfonso trabajó por un tiempo en un estudio de magia, aunque confiesa que no le gustaba. “La magia es una mentira. Yo quería hacer negocios, no trucos”.

Fue entonces que ese mismo hombre creyó en él: le prestó cinco mil pesos, un pequeño espacio y un cazo para cocinar. Alfonso volvió a lo que mejor sabía hacer: comida. “De día y de noche, haciendo deditos de queso”. Poco a poco, sus recetas y sazón comenzaron a viralizarse.

Foto: Aracely Martínez

Constancia y perseverancia

Hoy, Alfonso es dueño de ocho puestos móviles distribuidos entre Garibaldi, el Metro Hidalgo, República del Salvador, Argentina y otros puntos del Centro Histórico. Dirige a 18 empleados y, además de los populares deditos de queso, ofrece su especialidad: un chicharrón paisa reinventado, cocinado en jugo de naranja, acompañado con papas sabor mantequilla, plátano frito, guacamole, pico de gallo y una selección de salsas: habanero, barbecue, agridulce o la clásica paisa.

“Yo no vendo comida colombiana tal cual. Me adapté a la gastronomía mexicana. Aquí les gusta el sabor fuerte, picante, jugoso. Entonces ajusté mi receta para ustedes”, dice con una sonrisa, mientras acomoda con pinzas un trozo dorado de cerdo. “La manteca es nueva todos los días. No la reutilizo. Todo lo hago bien, porque eso me enseñaron”.

Además de cocinar, Alfonso fabrica sus propios carros de comida. “Yo soy albañil, electricista, tornero, chofer. Todo lo que ves aquí lo hice con mis manos”.

Foto: Aracely Martínez

Por amor a México

A pesar del éxito, guarda bajo llave su próximo proyecto. “Antes, nadie vendía deditos de queso. Ahora todos lo hacen. Por eso, mi siguiente sorpresa me la reservo. Pero les aseguro que va a gustar”.

Dice que tuvo la oportunidad de irse a Estados Unidos, pero decidió quedarse. “Me encanta México. Aquí me entienden, aquí me saludan, aquí me dieron una oportunidad. Si no triunfas aquí, es porque no quieres. Todo está a la mano”.

Y mientras sigue despachando raciones a quienes hacen fila, lanza un mensaje que resume su historia: “Mire, si yo pude, usted también puede. No importa de qué país venga. Si tiene fe, voluntad y trabaja duro, México le abre la puerta”.

Foto: Aracely Martínez