El mundo de la cultura y la tauromaquia está de luto por el fallecimiento del gran Mario Vargas Llosa, quien murió hoy en Lima, Perú, a la edad de 89 años, informó su familia. El novelista nació en Arequipa el 28 de marzo de 1936.
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El premio Nobel de literatura de 2010 acababa de cumplir los 89 años. Autor de obras como Conversación en La Catedral, La ciudad y los perros o La fiesta del Chivo, fue uno de los escritores más importantes de la literatura contemporánea en cualquier lengua. Novelista, ensayista, polemista, articulista y académico pasará a la historia como un extraordinario narrador y un influyente intelectual a la antigua usanza, es decir, anterior a las redes sociales.
El renombrado escritor peruano tuvo una relación significativa con la tauromaquia, marcada por una profunda admiración y un interés personal que se reflejó tanto en su vida como en su obra.
Desde joven, Vargas Llosa desarrolló una fascinación por los toros, influenciado por su entorno y por figuras como Ernest Hemingway, cuya pasión por la tauromaquia resonó en él.
Esta afición no fue meramente superficial; el escritor asistía regularmente a corridas, especialmente en la Plaza de Acho en Lima y en plazas de España, como Las Ventas en Madrid, y consideraba la tauromaquia un arte que combinaba estética, ritual y tragedia.
En su obra, la tauromaquia aparece de manera recurrente como un símbolo cultural y una metáfora. Por ejemplo, en su novela Los cachorros (1967), las corridas de toros sirven como telón de fondo para explorar temas de masculinidad y frustración.
También escribió ensayos y artículos sobre el tema, como aquellos recopilados en El toreo y otras formas de entusiasmo (2001), en los que defiende la tauromaquia como una expresión cultural compleja, aunque no sin controversia, reconociendo los debates éticos sobre el sufrimiento animal.
Vargas Llosa no sólo fue un espectador apasionado, sino que incluso probó el toreo de forma amateur en su juventud, participando en becerradas, lo que demuestra su conexión visceral con este mundo.
Sin embargo, su postura a favor de la tauromaquia generó críticas, especialmente en un contexto en el que el movimiento antitaurino ha ganado fuerza. Él argumentaba que prohibir las corridas sería una forma de censura cultural, un tema que abordó en entrevistas y escritos públicos.
En resumen, la tauromaquia para Vargas Llosa fue una pasión personal, una fuente de inspiración literaria y un tema de reflexión intelectual, aunque también un punto de controversia en su legado.