2025: las palabras que pesan

Un balance crítico de 2025 que expone las rupturas, vacíos y deterioros del país y advierte que repetirlos en 2026 será una decisión, no un accidente.



Señales y tendencia

Dedico la última columna que escribo en el año a revisar lo que escribí en este espacio a lo largo de los últimos doce meses. No para enumerar temas, sino para entender qué reveló realmente 2025 sobre México y su lugar en el mundo. Al releer el compendio del año, aparecen una serie de palabras que se repiten no por casualidad, sino porque nombran los grandes movimientos –y las grandes grietas– del periodo.

Ruptura

2025 fue el año en que varias rupturas dejaron de ser abstractas. En noviembre escribimos sobre el asesinato de Carlos Manzo, alcalde de Uruapan, durante una festividad pública. No fue sólo un crimen más; fue la evidencia de un Estado rebasado en el municipio, incapaz de garantizar lo mínimo. Esa columna condensó una señal que se repitió todo el año: la ruptura del pacto básico de seguridad y gobernabilidad en lo local.

Vacío

Otra palabra insistente fue vacío. En octubre escribimos sobre los vacíos de representación que buscan partido, retratando el fracaso del sistema político para canalizar las tensiones actuales de la sociedad. PAN, PRI y Morena siguen existiendo, pero cada vez con más dificultad para llenar los vacíos de futuro, verdad, comunidad y ética pública. El año mostró partidos con estructura, pero sin proyecto; con presencia, pero sin narrativa creíble.

Deterioro

Pocas palabras describen mejor la experiencia cotidiana de 2025 que deterioro. En septiembre documentamos el peor momento en décadas del estado de calles y carreteras, atrapadas en un ciclo infinito de bacheo superficial. Pero el deterioro no fue sólo vial. A lo largo del año escribimos también sobre agua: sequías, inundaciones y una infraestructura diseñada para un clima que ya no existe. Calles rotas, drenajes colapsados y presas al límite contaron la misma historia: un país que administra el desgaste sin corregir la raíz.

Injusticia

En 2025 la injusticia no sólo persistió; se optimizó. En agosto escribimos sobre cómo el país ha aprendido a perfeccionar sistemas que no funcionan en lugar de rediseñarlos. La discusión sobre la reforma judicial confirmó esa tendencia: más política, más espectáculo, más costo, pero sin resolver los problemas estructurales de acceso, eficiencia e impunidad. La injusticia no desaparece; se gestiona.

Promesa

Promesa fue otra palabra recurrente, especialmente en educación y política social. En junio analizamos las carencias de la Nueva Escuela Mexicana: un cambio de modelo sin termómetro claro de aprendizaje. En paralelo, escribimos sobre el exceso de asistencialismo en un país que envejece y automatiza su economía, pero no construye suficientes capacidades para el futuro. Promesas que amortiguan el presente, pero que no siempre abren caminos de movilidad real.

Presión

El año también estuvo marcado por una reconfiguración del orden global. Varias columnas abordaron la lectura geopolítica de Estados Unidos, replegándose globalmente pero más intervencionista en su hemisferio, y la guerra fría tecnológica con China. México apareció una y otra vez como país interdependiente, presionado en seguridad, comercio, finanzas y tecnología, muchas veces reaccionando en un tablero en el que es una pieza secundaria.

Lectura final del año

Leídas juntas, estas palabras cuentan una historia incómoda: 2025 no fue un año de sorpresa, sino de reconocimiento. Las señales fueron claras, los hechos estuvieron documentados y los costos se hicieron visibles. Ya no podemos decir que no sabíamos.

La invitación que deja el año es exigente: dejar de administrar rupturas, vacíos y deterioros como si fueran normales, y empezar a reconstruir capacidades reales. Pasar del diagnóstico a la ejecución, del parche al rediseño, de la promesa al resultado.

Si 2026 se parece demasiado a 2025, no será porque el país no entendió lo que pasaba, sino porque decidió no actuar. Y esa decisión —explícita o por omisión— ya no admite excusas.