7 días

29, mayo 2021

Por Guillermo Deloya Cobián

A una semana de distancia, parecería que el pulso mismo de la nación está puesto en un día señalado en el calendario, donde una jornada electoral de aproximadamente diez horas definirá los destinos de más de 120 millones de mexicanos. Para ser más exactos, 93.5 millones de potenciales votantes tendremos en nuestras manos la contratación mediante el sufragio, de quienes contarán con encargo por mandato popular para los próximos años. El camino ha sido largo y pedregoso; accidentado y lamentable en lo que respecta al costo en vidas humanas, polarización y divisiones que tomará un largo tramo el zanjar, si es que siquiera eso llegara a ocurrir. Estamos en una nueva ruta de definición de la democracia mexicana en donde, arribamos desde un escenario atípico por un encierro obligado en la emergencia sanitaria. Sin embargo, la solidaridad que en otros tiempos hermanaba a los connacionales en escenarios de necesidad y desgracia, fue aquello que menos se consolidó en tiempos difíciles. Por igual, desde ese foro donde la discusión polarizada mucho nos ha apartado, ha sido doblemente difícil el transmitir un mensaje sustancial que provea de herramientas de decisión sobre las opciones que aparecerán en la boleta. Peor aún, la opción del mensaje a transmitir por parte de las fuerzas políticas que compiten, se centró en la acusación y la recriminación de pasados y acciones poco constructivas, aún cuando la urgencia como nación nos empuja enérgicamente a edificar ante el complicado escenario vivido.

Llega la tan anunciada “madre de todas las elecciones” con pocos aprendizajes aprendidos sobre aquello que ya comprobadamente nos ha apartado. Y con pesimismo documentado en la observación aguda, podemos decir que el panorama no es alentador. Las cicatrices son profundas y si no se subsanan desde el desapego a doctrinas, dogmas y creencias políticas, las acciones hacia la polarización total como país serán la constante. Más allá de cuál será el partido con mayores logros en las urnas, debiera prevalecer un proyecto conjunto para al menos sentar las bases de solución a la violencia generalizada, tanto a candidatos en este episodio como a la población que en tantas regiones mexicanas vive secuestrada por la delincuencia. ¿Cómo haremos para encontrar nuevas oportunidades económicas en un mundo que tiende a la protección económica para la recuperación? ¿De verdad en caso de contar con una mayoría legislativa el partido del presidente iniciará su embate final hacia la destrucción del INE? Estas preguntas y muchas más están inmersas en una nube de incertidumbre demasiado densa como para avizorar qué es lo que está por venir. Y al igual, como una nube de olores pútridos, la amenaza constante del autoritarismo y la irracionalidad.

Me atrevo a decir que como nunca en la era moderna nuestro país se encuentra en un riesgo inminente de colapsar si es que no se generan condiciones para un acuerdo de rumbo y gobernabilidad futura. La adversidad venidera probará las capacidades en conjunto de primer y tercer mundo y sin duda, aquellos países que no hayan alineado instituciones, presupuestos y programas hacia un nuevo amanecer, serán aquellos que se condenen al rezago y a la perpetuación de sus ancestrales deudas. Y todo ello pasa por la elección, pero subrayadamente pasa por la capacidad para administrar armónicamente la nueva circunstancia. No es desde la ranciedad desde donde vamos a encontrar un estado funcional. Esta afirmación por supuesto aplica para gobernantes y opositores quienes tendrán que apelar a su más profunda generosidad para la construcción de un futuro viable. Desafortunadamente, es previsible que la corrección de rumbos sobre lo que probadamente no ha dado resultados en estos años de gobierno federal, no sea una posibilidad que se encuentre entre la oferta del presidente López Obrador. Incluso cuando la eventualidad electoral lleve a MORENA a perder la mayoría legislativa, se anticipa que el ejecutivo federal encuentre en ese estilo de gobernar por decretos, la llave para darle continuidad a programas que se han vuelto auténticos pozos sin fondos en donde se entierran valiosos recursos. Pero insisto, más peligroso y preocupante aún resulta la tentación autoritaria que, dependiendo del tamaño de lo perdido, lleve a la proclama de fraudes electorales y llamados a la desobediencia civil. Aunado a lo anterior, el templete convertido en juzgado sumario, puede llevar a acusaciones y señalamientos que dañen aún mas la libertad de expresión y el endeble tejido social.

En la espeluznante película “El Aro” dirigida por Gore Verbinski, que reinterpreta un género de horror japonés, Samara Morgan le anunciaba con una llamada telefónica a sus víctimas la eventualidad de una muerte terrible. “7 días” era lo que se escuchaba al lado del teléfono cuando se aproximaba el destino fatal. Si no generamos acuerdos y destinos compartidos, los mexicanos estaríamos recibiendo hoy esa funesta llamada.