No ha sido el año de Adán Augusto López Hernández. De ser uno de los hombres más cercanos a López Obrador, pasó a convertirse en un político señalado, vulnerable y cada vez más aislado. Además, sus escándalos no vienen de la oposición, sino de adentro: de la propia maquinaria de gobierno que alguna vez lo encumbró.
EL PRIMER GOLPE
En julio, un general del Ejército reveló lo que muchos ya sospechaban: su exsecretario de Seguridad en Tabasco, Hernán Bermúdez, estaba vinculado al grupo criminal La Barredora. Bermúdez fue capturado meses después. En medio de todo eso, innumerables reportajes periodísticos. El dedo apuntaba directamente a Adán Augusto: ¿cómo no iba a saber?
Él lo negó todo, pero el golpe estaba dado: uno de los principales operadores del morenismo fue señalado por tener un pasado incómodo con el crimen.
MILLONES SIN REPORTAR
El segundo golpe llegó la semana pasada, cuando N+ Focus exhibió que había recibido 79 millones de pesos entre 2023 y 2024. En sus declaraciones patrimoniales no había rastro de ese dinero.
Por segunda ocasión, Claudia Sheinbaum le mandó una instrucción directa: “Que aclare el senador”.
Acorralado, negó todo al principio, pero terminó aceptando esos ingresos. Se describió como notario exitoso, ganadero, arrendador, accionista y hasta heredero de cuentas en dólares. Incluso admitió pagos de empresas que fueron contratistas de su propio gobierno.
LA REBELIÓN INTERNA
El tercer golpe fue dentro de casa. Varios senadores de Morena lo enfrentaron y le reclamaron por actuar de manera unilateral, por favorecer a unos y marginar a otros. Le recortaron facultades, le quitaron el control absoluto de comisiones y lo obligaron a ceder.
El otrora operador estrella, capaz de negociar mayorías calificadas, también tuvo que ceder en otro tema: abrir audiencias públicas sobre la reforma al juicio de amparo. Ya no fue el líder que impone, sino el coordinador que simula ganar mientras retrocede.
DE OPERADOR A ESTORBO
El premio que le dio López Obrador, la coordinación en el Senado, parecía blindarlo. Pero la Presidenta no perdona. Mientras Marcelo Ebrard se disciplinó y encontró espacio en el gabinete, Adán Augusto prefirió confrontar, retrasar reformas y buscar su propio brillo.
El resultado: Palacio Nacional dejó de verlo como aliado y lo empezó a tratar como problema. Lo dijo con sorna él mismo en la conferencia del viernes: “El pato mayor le tira a las escopetas”.
EL DILEMA
¿Puede caer como coordinador? Difícil. Adán Augusto fue clave para construir la mayoría calificada en el Senado y todavía guarda hilos de esas alianzas. Además, removerlo significaría abrir otro frente en un momento en que Morena ya carga con el huachicol fiscal, los lujos inexplicables y los escándalos de algunos de sus cuadros.
Pero sostenerlo también erosiona. Cada nuevo escándalo lo desgasta más y contamina la narrativa de un gobierno que insiste en la “cero corrupción”.
Adán Augusto se resiste, lanza frases como “me apoyan millones”, pero la realidad lo contradice. De operador indispensable pasó a ser un senador incómodo, disminuido, sostenido más por cálculo que por convicción.
Y ahí está la pregunta: ¿cómo será recordado? ¿Como gobernador, como secretario de Gobernación, como corcholata fallida, como operador eficaz o el Calderón-García Luna de la ‘4T’? La historia siempre elige la sombra más grande.
EL DATO INCÓMODO
Y hablando del senador: de 79 millones de pesos reportados en dos años, Adán Augusto López Hernández solo pagó 1.9 millones de ISR. Es decir: apenas el 2.4% de impuestos. ¿Y tú cuánto pagas al SAT?




