El nuevo titular de la Conade, Rommel Pacheco, salió de Palacio Nacional con una sonrisa hace unos días. Aseguró que, hasta el momento, no ha encontrado ninguna irregularidad en la administración de Ana Guevara. Que todo lo que se ha dicho son “dudas” que se están aclarando. Que no hay nada que llame la atención.
Pero la atención debe estar en otro lado. En los más de 626 millones de pesos en desvíos documentados. En las investigaciones de la Auditoría Superior de la Federación y la Secretaría de la Función Pública. En las denuncias que llegaron a la Fiscalía General de la República y se quedaron ahí, congeladas.
No es que no haya corrupción. Es que nadie quiere verla.
De acuerdo con la revista Proceso, Rommel Pacheco se ha dedicado a lavar la imagen de la Conade desde que tomó posesión. No ha removido a los funcionarios señalados por corrupción. El esquema sigue intacto, con los mismos operadores y los mismos aliados.
Uno de ellos es Alejandro Gutiérrez, brazo derecho del exfuncionario Israel Benítez, quien estuvo en el centro de los moches y desvíos dentro de la Conade. Gutiérrez sigue a cargo de la relación con las federaciones deportivas, asegurando que la maquinaria de corrupción no se detenga.
Mientras tanto, Ana Guevara observa desde lejos. La impunidad le ha permitido salir ilesa, a pesar de que su gestión fue un desastre financiero y deportivo.
CORRUPCIÓN COMO DEPORTE
Durante seis años, la Conade se convirtió en un hoyo negro del dinero público. Contratos inflados, empresas fantasma, pagos a sobreprecio y moches fueron parte del día a día.
Las auditorías detectaron anomalías en la asignación de recursos. Eventos deportivos organizados con costos inflados. Entrenadores y materiales que nunca existieron. Becas deportivas recortadas sin justificación.
El caso más mediático fue el de las nadadoras artísticas. Cuando protestaron por la falta de apoyo, Guevara las ridiculizó: “Que vendan calzones y Tupperware”, les dijo. Mientras tanto, millones de pesos desaparecían en fideicomisos y contratos fraudulentos. ¿Y la justicia? Bien, gracias.
Las denuncias llegaron hasta la Fiscalía General de la República. Varias carpetas de investigación abiertas. Ningún detenido. Ninguna sanción. Ninguna devolución del dinero.
La Conade está en el mismo nivel que Segalmex en desvío de recursos, pero a diferencia del escándalo de este último, aquí no hay persecución mediática. Aquí, todo quedó enterrado.
El único que terminó enfrentando la ley fue Kiril Todorov, exlíder de la Federación Mexicana de Natación. Pero no fue por la Conade, sino por la presión internacional. Mientras Guevara lo defendía, la Federación Mundial de Natación lo destituyó y empujó a México a buscar sancionarlo.
El resto de los implicados siguen libres. O, mejor dicho, siguen en el poder.
CAMPEONA EN ROBOS
El discurso oficial dice que México vivió su mejor sexenio en materia deportiva. Que Ana Guevara fue una gran gestora. Que hubo más apoyos que nunca.
Los hechos dicen otra cosa. En los Juegos Olímpicos de Tokio 2020 y París 2024, México tuvo uno de sus peores desempeños en la historia.
Los atletas no recibieron apoyo. Sus becas fueron reducidas o eliminadas. Muchos tuvieron que costear sus entrenamientos y viajes con rifas y colectas. Y mientras ellos pedían ayuda, el dinero se iba en moches y contratos a modo. Dicho de otro modo: nos fue mejor en pasados sexenios.
Ana Guevara fue una velocista excepcional. Pero su mejor carrera no fue en la pista, sino en la política. Corrió más rápido que la justicia. Se llevó la plata. Y nadie la alcanzó.