Aranceles… ¿Sheinbaum copia a Trump?

El gobierno mexicano pasó de criticar los aranceles a imponerlos, con riesgos inflacionarios, tensiones con China y alineación a la agenda comercial de Estados Unidos.



El gobierno de Sheinbaum se la pasó diciendo que los aranceles eran una mala política. Que Trump estaba equivocado. Que subir impuestos a productos importados sólo encarecía la vida y castigaba al consumidor. Hace unos días, el Congreso mexicano aprobó exactamente eso.

Un arancel es un impuesto que se cobra cuando un producto entra al país. No lo paga el país que exporta. Tampoco lo absorbe la empresa en su totalidad. Se traslada al precio final. Es decir, lo pagas tú como consumidor.

Ese fue el centro de la crítica mexicana cuando Trump usó los aranceles como herramienta política: 10% y luego 20% a productos chinos, 25% al acero y aluminio, amenazas constantes a socios comerciales y excepciones alineadas al T-MEC.

Trump convirtió el comercio en un instrumento de presión. No para mejorar la productividad, sino para disciplinar países. México lo sabe, y de primera mano.

LA REFORMA ARANCELARIA

La reforma aprobada por el Congreso impone aranceles de entre 5% y 50% a más de mil 400 productos importados desde países con los que México no tiene tratado comercial. Autopartes, textiles, calzado, acero, juguetes, electrodomésticos, químicos, plásticos, vidrio, papel.

China concentra cerca del 58% de esas importaciones, según analistas. El resto proviene de Corea del Sur, India, Vietnam, Taiwán, Rusia y Brasil. Decir que “no es contra China” no describe el efecto real de la medida.

El Senado la aprobó sin leer la minuta enviada por la Cámara de Diputados. Y sin estudio público real de impacto inflacionario. Sin análisis serio de cadenas productivas. Sin explicación clara al consumidor.

El gobierno federal afirma que la medida protege a la industria nacional. El problema es que buena parte de esos productos no compiten con la producción mexicana: son insumos. El riesgo es que, si sube el costo del insumo, sube el precio del producto final. Eso impacta a pequeñas fábricas, comercios y consumidores.

Además, el arancel no distingue entre dumping y operación legítima. Castiga parejo.

LA REACCIÓN CHINA

China reaccionó de inmediato. Acusó proteccionismo, habló de coerción externa y advirtió posibles represalias. México es uno de sus mercados más grandes en la región y ese acceso se encarece de golpe.

¿Tiene razón China en protestar? Desde su interés, sí. México cambió las reglas sin negociación. Desde el interés mexicano, el argumento es la soberanía. Pero el problema no es sólo China. Es el vecino del norte.

Estados Unidos lleva meses presionando a México por el flujo de productos chinos. Trump acusa a México de ser una puerta trasera económica hacia Norteamérica. Ya inició el proceso de revisión del T-MEC. En ese escenario, México decide cerrar esa puerta por su cuenta.

La coincidencia de tiempos, objetivos y beneficiarios es evidente. La medida mexicana encaja con la estrategia estadounidense de aislar comercialmente a China y empujar el comercio internacional bajo reglas norteamericanas.

Y sí, resulta irónico que tanto Sheinbaum como Ebrard pasaron de criticar los aranceles como daño al consumidor a justificarlos como defensa nacional. Las consecuencias ahí están: riesgo inflacionario, tensiones con China y una señal clara de alineación a la agenda trumpista.

Se levantó un muro comercial, así como se levantó un muro de soldados mexicanos contra los migrantes. Veremos si la apuesta se refleja en el fortalecimiento de la industria nacional.

EL DATO INCÓMODO

Según Animal Político, con datos del IMSS, entre enero y noviembre de 2025 se crearon 599 mil empleos, el nivel más bajo desde 2015, sin contar el año de pandemia. Los empleos permanentes fueron 443 mil, también la cifra más baja en diez años.
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