En la bulliciosa Avenida Juárez, frente a la Alameda de la Ciudad de México donde el ruido del tránsito se mezcla con el ir y venir de transeúntes y turistas, un espectáculo silencioso llama la atención: un hombre pinta delicadamente un lienzo, pero no lo hace con sus manos, sino a través de los movimientos de una marioneta. Su nombre es Víctor Ariosa, tiene 38 años, es cubano y desde hace dos años ha hecho de México su casa, su escenario y su lienzo.
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Víctor es titiritero de formación, pero la vida y la necesidad lo llevaron a convertirse también en pintor. Tras la pandemia y en medio de la crisis económica que azota a Cuba, decidió permanecer en México luego de asistir a un evento artístico. Aquí, encontró no sólo materiales para desarrollar su proyecto, sino también la libertad para convertir su arte en una forma de vida.
Su proyecto se llama Galería Morioneta, y es una fusión entre el teatro de marionetas y las artes plásticas. La protagonista es Morionet, un títere que, con movimientos sutiles y expresivos, pinta cada cuadro bajo la dirección precisa de Víctor. Aunque reconoce que podría pintar con sus propias manos, ha decidido que su obra cobre vida únicamente a través de su marioneta, como una extensión escénica y conceptual de su cuerpo y alma artística.
TODO UN ARTE ESCÉNICO
“Cada cuadro es un performance”, explica. Antes de comenzar a pintar, realiza un calentamiento corporal como si se tratara de una función teatral. Luego viene la preparación mental, técnica y estética. Estudia teoría del color, formas y perspectiva, y cada sesión de pintura dura aproximadamente dos horas. La marioneta no sólo pinta: baila, se mueve y se expresa mientras traza sobre el lienzo.













Víctor ha aprendido a vivir del arte en un país que, según él, es “surrealista y completamente mágico”. Aunque al principio tuvo que aceptar cualquier tipo de trabajo, hoy se dedica por completo a su proyecto. No tiene un sueldo fijo, pero ha encontrado en las calles un público sensible y curioso que valora la originalidad y la entrega que hay detrás de cada obra.
“Yo no soy artista plástico en el sentido tradicional”, dice con humildad. “Pero como pinto con una marioneta, ya me considero un artista. Lo soy”. Y lo demuestra cada fin de semana desde la 1 de la tarde en la acera, transformando el asfalto en galería y el movimiento del títere en una pincelada viva.
Galería Morioneta no es sólo un acto estético: es también una historia de reinvención, migración, resistencia y arte en movimiento. Víctor Ariosa no pinta solo cuadros, pinta un camino de vida con cada obra, donde Cuba, México y los sueños se mezclan en colores, telas y, por supuesto Morionet.

Foto: Aracely Martínez 


