La Cámara de Representantes de Estados Unidos acaba de aprobar un impuesto del 3.5% a las remesas. Aún falta que pase por el Senado, pero lo que parece una medida fiscal es, en realidad, una sentencia política y económica.
No sólo porque pone en riesgo miles de millones de dólares que sostienen la economía de cientos de municipios en México, sino porque desnuda el desprecio hacia quienes, desde fuera, sostienen lo que otros abandonaron: trabajando.
EL BOTÍN
En 2024, México recibió 64 mil 745 millones de dólares en remesas. Fue la cifra más alta de la historia. Sólo en los primeros tres meses de este año, entraron más de 14 mil millones.
El gobierno de Donald Trump, que impulsa este nuevo impuesto como parte de su “One Big Beautiful Bill“, quiere su parte del pastel: más de 2 mil 200 millones de dólares al año, sólo provenientes de México.
Y aunque en el gobierno de Sheinbaum celebraron que el impuesto bajó del 5% al 3.5%, el golpe sigue siendo brutal. Porque el castigo es directo a los más pobres, a quienes dependen de ese envío para cubrir lo indispensable: comida, salud, transporte, renta.
CASTIGO EN TRES TIEMPOS
Más que una decisión técnica, este impuesto es un golpe.
Es un golpe político, porque le permite al gobierno de Trump financiar recortes fiscales para los más ricos y reforzar la militarización de la frontera. Es un golpe social, porque castiga a las familias más vulnerables, abandonadas por su país de origen y perseguidas por la nación que las recibe. Y es un golpe cultural, porque reafirma un viejo mensaje: “El migrante molesta, el migrante sobra“.
Esta idea no es nueva. En el pasado, el hoy vicepresidente JD Vance propuso gravar remesas como vía para combatir el narcotráfico. Hoy, esa narrativa regresa, disfrazada de “reforma fiscal” y barnizada de populismo punitivo.
Pero el efecto puede ser exactamente el contrario: según CBS News, este impuesto abre tres rutas para los afectados: la informalidad, la evasión… o el crimen organizado. Dicen que la medida golpearía las finanzas del narco, pero los empuja justo hacia ahí.
No es casualidad que el impuesto aplique sólo a no ciudadanos, incluyendo residentes permanentes (titulares de green cards) y personas con visas temporales (como H-1B). Se margina al migrante, pero se exprime su esfuerzo.
DIPLOMACIA DE PAPEL
Mientras en Washington se impone un nuevo castigo a millones de mexicanos, la reacción del gobierno mexicano fue tibia y ceremonial.
Esteban Moctezuma, embajador en EEUU, celebró la reducción del gravamen como una “buena noticia”. Claudia Sheinbaum habló de un “avance positivo”. Pero ni fue avance, ni fue presión diplomática real.
La delegación legislativa que viajó a Estados Unidos fue recibida por demócratas… que no tienen los votos. Olvidaron que la mayoría está en manos de republicanos. Se aplaudieron las formas, pero se cedió el fondo. El impuesto sigue, pese al recorte.
LOS MÁS AFECTADOS
Michoacán, Guanajuato y Jalisco concentran más remesas en términos absolutos. Pero los estados que más dependen proporcionalmente de ellas están en el sur: Chiapas, Oaxaca, Puebla, Guerrero y Veracruz. Ahí, cada remesa no es un complemento, es el ingreso principal. Lo que permite pagar medicinas, útiles escolares, tortillas.
Cada dólar con impuesto será menos dinero en la mesa de los más pobres. Hoy presumen que los migrantes sostienen a México. Pero el país sigue sin sostenerlos a ellos.
EL DATO INCÓMODO
México perdió la autosuficiencia en maíz blanco. Entre enero y abril de 2025, México importó 316 mil toneladas de maíz blanco, 168 por ciento más que en 2024. Es la mayor cifra en 30 años.