OPINION

Por Catalina Noriega “NO ME VENGAN CON QUE LA LEY ES LA LEY” Si pensamos en que podríamos escribir de algún tema más importante, nuestro gozo a un pozo: el tlatoani nos arrebata la atención de cuestiones que deberían ser prioritarias, para centrarnos en una más de sus barbaridades- Y esta vez se volvió a

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  • Por Catalina Noriega
    “NO ME VENGAN CON QUE LA LEY ES LA LEY”
    Si pensamos en que podríamos escribir de algún tema más importante, nuestro
    gozo a un pozo: el tlatoani nos arrebata la atención de cuestiones que deberían
    ser prioritarias, para centrarnos en una más de sus barbaridades-
    Y esta vez se volvió a pasar de la raya. Enojado, con ese rictus de malhumor que
    arrastra a últimas fechas, lanzó un “No me vengan con que la ley es la ley, no me
    vengan con ese cuento”, dirigido a los ministros de la Suprema Corte. ¡Dioses del
    Olimpo!, la frase rebasa casi, a la de “Al diablo las instituciones”, o, cuando menos
    la equipara. ¿Es posible que un Ejecutivo Federal haya perdido la pista a este
    grado?
    Tan lo es que, en su endiosamiento considera que es el amo y señor de cuanto
    sucede en este territorio de su entera propiedad. Sólo así se entiende que, quien
    dirige el destino de millones de mexicanos, desprecie y rechace a la médula del
    Estado, de la convivencia, del orden y respeto a las instituciones, a la Ley.
    ¿Qué fue un exabrupto? No, desde que estaba en los albores de su carrera
    política, AMLO se ha caracterizado por desobedecer la norma, ignorarla o hacerla
    a un lado, como si no existiera. Su respuesta a los diversos acontecimientos de su
    trayectoria, lo reflejan: toma de los pozos petroleros en Tabasco, cierre del Paseo
    de la Reforma, haciendo un daño irreparable a toda una ciudad; declararse como
    el gobierno “legítimo” -cuando perdió la contienda con Felipe Calderón- y ocultar
    hasta ahora, de dónde ha sacado los fondos para vivir 18 años en campaña, sin
    trabajar y ¡sin morirse de hambre!, entre tantas otras peripecias.
    Su vida ha sido transgredir y violar, incluso, la Constitución, como lo hace
    promocionando el sufragio del próximo domingo, a pesar de que esa ley -así sea
    aberrante-, la impulsó la Izquierda en el Congreso y no pararon hasta que se
    publicó.
  • Rompe abiertamente con el Estado de Derecho indispensable en un país y da un
    mal ejemplo que se multiplica en sus serviles lacayos, como es el caso del
    cretinismo puro, de Claudia Sheinbaum.
    La sumisa pupila, que repite como loro hasta la última frase que escupe el tlatoani,
    organizó un mitin impresionante de acarreados al monumento a la Revolución, en
    pleno día laboral y ajena a una sola de sus obligaciones como mandamás de la
    CDMX.
    Se le empieza a notar el miedo de que su gurú se decida por otro candidato a
    sustituirlo, a la hora de la verdad. El Secretario de Gobernación -¡Otro que tal
    baila!- empieza a hacerle sombra y a comportarse en la misma forma que ella lo
    hace, incondicional y de rodillas frente a su ídolo. Sea como sea ambos incumplen
    con el Código Federal Electoral, en seguimiento de las órdenes de su patrón, lo
    que debería concientizarnos de la falta de ética, moral y demás serie de virtudes
    que debe tener un gobernante. Con ese par ni a la esquina, mucho menos
    entronizarlos para otro mandato de caprichos, berrinches, ocurrencias y
    destrucción del país.
    La manera en que AMLO presiona a los ministros, para que elaboren sentencias
    como él las quiere, es inaudita. Ni siquiera se molesta en guardar las mínimas
    formas y arremete con insultos y su lenguaje soez, contra el tribunal supremo del
    Poder Judicial. Tiene varios incondicionales en esta Corte que debería de ser la
    guardiana absoluta de la Constitución, aunque esperemos que les quede algún
    destello de decencia, antes que alinearse por intereses creados inmorales y
    cínicos.
    catalinanq@hotmail.com
    Ucrania: Biden contra sí mismo
    MIGUEL ÁNGEL FERRER
    Hasta estos momentos todo parece indicar que el presidente Biden subesmó
    gravemente la fuerza del “gran enemigo del este”, como decía Hitler reriéndose a la
    Unión Soviéca. La catarata de sanciones no han podido doblegar a Rusia. Y, más aún,
    tales sanciones sólo han logrado poner en crisis a las economías europeas y a muchas
    otras alrededor del planeta.
    Además y, sin proponérselo, Biden ha puesto en jaque la teoría y la prácca
    globalizadoras, según las cuales el mundo era y debía ser una única endad
    absolutamente interconectada. Y merced a la aplicación de las sanciones esa unidad ha
    sido dinamitada. Lo mismo en lo económico que en lo comercial y lo nanciero.
    Tampoco han servido de mucho los envíos estadounidenses de armas a Ucrania. Y la
    prueba está en que gran parte del país connúa ocupado por el ejército ruso. Y no se ven
    visos de una pronta rerada.
    Internacionalmente Biden tampoco ha tenido buena fortuna. Son mayoría las naciones
    que se han negado a sumarse a los propósitos an rusos de Washington y de la OTAN.
    Unos de plano se niegan, mientras otros simplemente se hacen los remolones para no
    comprometerse de modo abierto.
    Qué más puede hacer Biden. Sólo más de lo mismo. Y, como lo prueba la experiencia, las
    mismas acciones sólo pueden conducir a los mismos resultados.
    Por lo que toca al frente interno las cosas tampoco le pintan muy bien a Biden. Su
    desaforada y exitosa campaña mediáca contra Rusia y contra Pun amenaza con
    volverse contra él mismo, pues la intoxicada sociedad estadounidense mira a Biden como
    un blandengue incapaz de poner un alto a la potencia euroasiáca.
    Y ahí viene de nuevo Donald Trump, quien aparte de echar a Biden de la Casa Blanca, no
    podrá hacer mucho más, salvo iniciar un proceso de paz que saque a Estados Unidos del
    pantano en que lo meó la ineptud de Biden.
    Claramente Biden no quiere la paz. Pero Trump no desea la guerra. Y menos una guerra
    desgastante sin perspecva ni posibilidades de victoria.
    ¿Cuánto empo más podrá Biden aguantar la presente situación? Debe hacer algo disnto
    de aquí a la próxima elección presidencial. Y mucho antes si pretende ser de nuevo
    candidato.
    Biden ya agotó sus cartas. Negociar la paz es la única opción que le queda, aunque ello
    implique dar a Rusia las garan:as de seguridad que demanda Moscú, lo que a muchos
    sonará a una nueva derrota de Estados Unidos. Pero es que no puede sonar a otra cosa.
    mentorferrer@gmail.com