Coatlicue, monolito sin ecosistema

México presenta Coatlicue, su primera supercomputadora de gran escala, clave para la IA y la investigación, pero su éxito depende de una estrategia nacional sólida.



Señales y tendencia

Señal: México apuesta por su primera supercomputadora de gran escala.
Tendencia: riesgo de que se quede en infraestructura sin estrategia.

El gobierno federal anunció Coatlicue, un sistema de cómputo de alto rendimiento con 15 mil GPU y 314 petaflops de capacidad teórica. Sería, si se concreta, la supercomputadora más potente de América Latina. El anuncio es relevante. México llevaba años rezagado en infraestructura científica y en capacidad para procesar datos masivos. No habíamos dado un paso de esta magnitud en décadas, y es positivo que el país aspire a algo más que consumir tecnología externa.

Coatlicue puede convertirse en una plataforma que eleve nuestras capacidades en clima, agua, salud, movilidad, seguridad y analítica compleja. También puede ser un punto de partida para construir soberanía tecnológica y para entender que hoy la inteligencia artificial depende tanto de algoritmos como de capacidad computacional propia.

Pero la intención correcta no garantiza el diseño adecuado. El anuncio llega en un momento en el que la frontera tecnológica mundial se está moviendo más rápido que nunca. Los países que lideran la carrera de IA ya no dependen de una supercomputadora central, sino de ecosistemas distribuidos: nubes especializadas, clústeres ágiles, centros autónomos y ciclos de actualización muy cortos. El poder computacional se volvió un sistema, no un monolito.

En ese contexto, Coatlicue parece pensada bajo una lógica del siglo pasado: un gran proyecto centralizado, con horizonte de construcción de dos años y puesta en operación hasta 2028. Para ese entonces, la escala global habrá cambiado varias veces. La medida ya no será el número de petaflops, sino la capacidad de entrenar y desplegar modelos propios con rapidez que respondan a necesidades del país.

Esa es la primera duda: ¿Coatlicue está diseñada para el mundo que viene o para el mundo que ya pasó?

Hay otras. El anuncio tampoco detalla qué tipo de GPU tendrá, qué interconexión las unirá, qué software operará el sistema ni cómo se asignará el acceso. Son piezas clave. En el mundo de la IA, la arquitectura interna determina si una supercomputadora puede entrenar modelos generativos de gran escala o si queda limitada a simulaciones científicas tradicionales. Sin esa información, es imposible saber si Coatlicue será una plataforma alineada con las tendencias actuales de inteligencia artificial o un equipo poderoso pero orientado a tareas del pasado.

El vacío institucional profundiza las dudas. En los últimos años se han presentado múltiples iniciativas legislativas para regular la inteligencia artificial en México, definir principios éticos y ordenar el uso de datos. Hasta ahora, ninguna se ha traducido en un marco general vigente. No existe un organismo autónomo especializado que gobierne la IA, la estrategia federal sigue fragmentada y la política de datos abiertos e interoperables está muy lejos de lo que exigiría una infraestructura de este tamaño. Estamos construyendo la máquina antes que el marco que la hará útil.

La experiencia internacional muestra que la escala computacional sólo transforma cuando forma parte de una arquitectura institucional clara. Países que lideran en tecnologías digitales han avanzado porque combinaron tres elementos: infraestructura moderna, regulaciones coherentes y una alianza permanente entre centros de investigación, empresas y gobierno. Sin ese triángulo, el cómputo se queda en proyectos aislados.

Esa es la lección para México. Coatlicue puede ser una inversión necesaria, pero no suficiente. Para que el proyecto tenga impacto real, necesita anclarse en una estrategia nacional de inteligencia artificial; un organismo técnico y autónomo que asegure continuidad transexenal; una política de datos públicos que permita entrenar modelos útiles, y un diseño institucional que facilite que el sector público, académico y privado trabajen juntos y no en circuitos paralelos.

Una supercomputadora sin ecosistema es fuerza sin dirección. Lo que definirá el futuro no será la potencia instalada, sino la capacidad de coordinarla.

Coatlicue puede marcar un antes y un después, pero sólo si dejamos de pensar en infraestructura como un monumento y empezamos a verla como el punto de partida de una política de Estado.

En la era de la inteligencia artificial, la estrategia es la verdadera capacidad de cómputo.