¿Cómo competir?

El exsicario “Lima” revela cómo el crimen organizado ofrece estructura, sueldo y sentido de pertenencia que el Estado no brinda a los jóvenes.



Lima, un joven exintegrante de un cártel, especializado en la operación de ataques explosivos con drones, fue entrevistado por el portal de noticias Infobae el día 30 de julio de 2025.

En su conversación destacan algunos datos que vale la pena analizar en el contexto de un México violento, donde el reclutamiento criminal está presente desde décadas atrás, de tal suerte que podemos contar con niños, adolescentes y jóvenes que ya han hecho su ‘trayectoria criminal’ en estos grupos siguiendo una ‘ruta profesional’ en ascenso: desde los llamados halcones, hasta ser parte de los grupos selectos del máximo líder del cártel.

Lima señala que su ingreso no fue por necesidad económica, sino por reconocimiento, al formar parte de un grupo con quien identificarse, lo que nos indica claramente las carencias emocionales que tienen nuestros niños y jóvenes en familias desintegradas, donde buscan lo perdido o, peor aún, no conocido, con lo que debieron nacer y vivir dentro de su estructura personal, familiar y comunitaria.

El joven sicario comenta que los ingresos llegaron rápido y en buena cantidad; inicialmente por la venta de drogas al menudeo, que variaba de 3 mil a 12 mil pesos diarios, hasta escalar en la organización con un sueldo base de 8 mil pesos semanales; 12 mil durante el entrenamiento y hasta 28 mil por formar parte de la élite de “los droneros”.

Lo anterior demuestra un verdadero sistema de reclutamiento, búsqueda de talentos, formación básica, actualización, especialización y ascensos de acuerdo con competencias; con sueldos y salarios en función del riesgo laboral y posición que se ocupa. Un proceso que pareciera copiado de los métodos de reclutamiento de cualquier país.

¿Qué se rescata de lo declarado por Lima? La delincuencia organizada ha entendido lo que nuestro sistema nacional de seguridad pública ha ignorado o simulado por 25 años:

  1. Una oferta laboral integral y acorde con los riesgos propios de la función.
  2. Un reclutamiento y búsqueda de talentos jóvenes, identificando las necesidades locales básicas para ser llenadas mediante una serie de ‘prestaciones’ económicas sumamente atractivas.
  3. Con un ‘plan de carrera’ para permanecer y ‘crecer’ en la estructura, por lo menos hasta que la rutina de alto riesgo lo permita.
  4. Un entrenamiento sumamente exigente que lleva a alinear las actitudes y aptitudes del recluta en torno a un espíritu de cuerpo criminal que genera lealtades frente a un líder que le ha dado lo que su comunidad le negó: una especie de ‘salario emocional’ que lo identifica con el grupo, mediante una atípica cohesión, inclusive por encima de su familia.

Hagamos el mismo ejercicio con las fuerzas del orden del Estado, principalmente con las policías municipales:

  1. El reclutamiento policial municipal es muy pobre, basado en requisitos formales básicos; no se considera un perfil profundo que identifique vocaciones.
  2. La mayoría carece de academias o, en el peor de los casos, planes de formación básica, actualización y mucho menos especializaciones, y las existentes, subsidiadas bajo el yugo de la Federación.
  3. El salario promedio de un policía municipal en México es de 10 mil pesos mensuales, con prestaciones precarias o simuladas.
  4. Se carece, en la mayoría de los casos, de una ruta profesional donde se respeten los ascensos de acuerdo con la antigüedad, salario y posición en la fuerza.

Un reportaje de El País sostiene que sólo el 34% de los policías municipales gana un salario digno (17 mil pesos al mes), muy distante de la gran oferta criminal.