BORIS BERENZON GORN
Siempre me ha parecido particularmente curioso que las personas que no gustan de usar las redes sociales, o que las usan por casualidad y con desgano, suelen opinar que el mundo de la virtualidad no tiene efectos reales en la vida de las personas, que es una pérdida de tiempo—en algo de ello concuerdo—y que se trata de un modo más de entretenimiento como la televisión o la radio. No recuerdo, sin embargo, que quienes escuchábamos la radio fuéramos identificados por nombre y participáramos plenamente del espectáculo, salvo cuando teníamos la buena fortuna de hacer una llamada oportuna para ganar algún premio.
Las redes sociales, a diferencia de los medios de comunicación masiva, tienen un impacto inmediato en la vida de las personas, pues, aunque pueden ser asincrónicas y claramente no requieren presencialidad, suponen prácticas de interacción social donde se juega la racionalidad y la emocionalidad, construyen comunidades y transmiten mensajes capaces de incidir en las decisiones del día a día. El intercambio de información no es objetivo, sencillamente porque no existe tal cosa como la objetividad—y como dice el meme, change my mind—por lo que estamos expuestos a oleadas de opinión que moldean la identidad por el sentido de pertenencia que se juega también en el mundo analógico.
En la web 2.0 han anidado los enunciadores del odio, se han instalado con miles y hasta millones de seguidores los propagadores del racismo, el clasismo, la misoginia, el antisemitismo, los panegiristas de la violencia y el maltrato y negadores de derechos fundamentales. Así como el espacio virtual se ha aprovechado para las luchas de la subalternidad, de la alteridad y de la diferencia; la inclusión y la tolerancia se topan con sus opuestos al alcance de un clic, o si tienes la mala fortuna, por el solo devenir del algoritmo que los lleva a tu página de inicio sin importarle si te hace pasar un mal rato.
Los ejemplos sobran a nivel internacional, de hecho, existe un hervidero de influencers conservadores que han ganado cierta visibilidad por hacer anuncios provida y narrar historias de fetos ingenieros; hablar en contra de la diversidad sexual y sus derechos, escandalizados al enterarse de que los transexuales van al baño; o que dan consejos de compras y acciones para no parecer “naco” o “verte pobre”; sin faltar los que te invitan a ser hombre o mujer “de alto valor”, ¡válgame!; o los que te dicen que inviertas en departamentos y que ahorres el extra de tu quincena—¿si tienes un extra, no?—para ganar tu primer millón, además de otros consejos que podrían parecer inofensivos pero que vienen cargados de una serie de prejuicios y poderes que atraviesan la experiencia cotidiana, promueven la desigualdad y legitiman la intolerancia.
Me preocupan especialmente algunos nombres que no voy a mencionar aquí, simplemente porque no me interesa hacerles publicidad, pero cuyas “opiniones”, si puede llamárseles así a los discursos de odio disfrazados de contenido, han generado oleadas de ataque contra mujeres y personas de otras minorías, especialmente pertenecientes a la comunidad LGBT+; pues sus enunciadores han llamado a tomar acciones en su contra, insultan abiertamente y no enfrentan consecuencia alguna, ni siquiera en las plataformas que los protegen por su número de seguidores, sin importar la cantidad de denuncias hechas a su “contenido”.
Para quienes dicen que no hay consecuencias, algunas usuarias denunciaron ser blanco de ataques masivos contra su persona, luego de que uno de ellos despotricara públicamente en su contra y enardeciera a su no muy inteligente público. Las usuarias recibieron amenazas de delitos muy graves contra su cuerpo, integridad y vida y han sido atacadas en las calles verbalmente, por lo que manifiestan miedo constante a convertirse en víctimas, en un país donde la misoginia es un problema sistémico. El poder de enunciación tiene consecuencias; pero en todo el mundo continúa usándose de manera irresponsable y no queda claro cuáles serán sus límites en el futuro, admitiendo que el desarrollo de las tecnologías y las comunicaciones no parará