México 2002 es recordado por muchos aficionados como la decepción más grande en la historia del futbol nacional. El Mundial de Corea-Japón parecía el escenario perfecto para un punto de inflexión, pero terminó convirtiéndose en una herida que aún no cierra.
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Tras una eliminatoria caótica y al borde del fracaso, Javier Aguirre llegó por primera vez al banquillo tricolor para rescatar a la Selección Mexicana y clasificarla a la justa mundialista, devolviendo la ilusión a la afición.
El Tricolor compartió grupo con Ecuador, Croacia e Italia. México debutó con triunfo ante los sudamericanos, venció a los croatas y consiguió un empate histórico ante Italia, partido que dejó uno de los goles más recordados en Copas del Mundo.
Con esos resultados, la Selección Mexicana avanzó como líder de grupo, alimentando la esperanza de romper por fin el maleficio del quinto partido. El rival en octavos de final sería Estados Unidos, una selección que comenzaba a dar sus primeros pasos serios en el futbol internacional.
El golpe llegó demasiado pronto. Estados Unidos se fue al frente rápidamente y México nunca logró reaccionar. Al minuto 66, Landon Donovan marcó el segundo tanto y se convirtió en uno de los grandes villanos en la historia del futbol mexicano.
La expulsión de Rafael Márquez en los minutos finales fue el reflejo de la impotencia, frustración y desconcierto de un equipo que vio escapar una oportunidad única. El marcador selló una eliminación que cambió la percepción del Tri.
Para muchos aficionados, México dejó escapar en 2002 su mayor oportunidad histórica de crecimiento, cayendo ante el rival que terminaría por consolidarse como el gran antagonista de la zona. Corea-Japón no fue un simple tropiezo: fue una marca imborrable.
La pregunta sigue viva más de dos décadas después: ¿algún día la Selección Mexicana superará la sombra de 2002?
