Crónica de un apagón anunciado una vez más

Apagón en Yucatán: 2.2 millones sin luz por infraestructura saturada. Un sistema al límite que opera con dos líneas y un gasoducto insuficiente. Crónica anunciada


RANCÉ
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¿Por qué la península de Yucatán sigue viviendo al filo de la navaja eléctrica?

El viernes 26 de septiembre de 2025, a las 14:19 horas, la península de Yucatán volvió a experimentar lo que ya debería considerarse un patrón: un apagón masivo que dejó sin electricidad a más de 2.2 millones de usuarios en Yucatán, Campeche y Quintana Roo. La causa fue una falla en una línea de transmisión de 400 kV durante trabajos de mantenimiento, lo que provocó la desconexión automática de nueve centrales generadoras y la pérdida inmediata de 2,174 MW. El restablecimiento comenzó alrededor de las 16:10 horas, pero el retorno completo a la normalidad tomó varias horas más. Las consecuencias fueron inmediatas: semáforos apagados, afectaciones a hoteles y comercios, caída en servicios de internet y telefonía, congestión vial y complicaciones adicionales por lluvias en Mérida. No fue un hecho aislado: fue un aviso más.

La península de Yucatán opera desde hace décadas como un sistema semiaislado, conectado al resto del país por apenas dos líneas de transmisión de 400 kV, ambas soportadas en las mismas torres, que llegan desde Tabasco y Chiapas. Estas líneas, ya saturadas y con muy poca redundancia, son la columna vertebral de una región cuya demanda crece a un ritmo muy superior a su infraestructura. Un sistema turístico de clase mundial —Cancún, Playa del Carmen, Tulum, Mérida— depende todos los días de un suministro eléctrico que opera “en amarillo”. En la práctica, cualquier contingencia puede precipitar un colapso temporal.

La capacidad instalada en la región oscila entre 3,500 y 4,000 MW, compuesta principalmente por ciclos combinados alimentados con gas natural, algunas termoeléctricas de respaldo y parques solares y eólicos de operación variable. La península carece de sistemas de almacenamiento a escala significativa, por lo que su flexibilidad operativa es mínima. Esto la obliga a depender del flujo constante de gas natural para sostener su generación firme.

Y ahí surge otro cuello de botella: el gasoducto Mayakan, la única vía por donde ingresa gas natural a la península. Su ruta inicia en Ciudad Pemex (Tabasco), avanza por Escárcega y Champotón, y llega a Mérida y Valladolid, desde donde se alimentan centrales de CFE e industrias locales. Su capacidad nominal máxima es entre 20% y 40% menor de la que realmente se requiere en periodos de alta demanda. La península vive así sujeta a una única vena gasífera, insuficiente y sin alternativas inmediatas.

Esta combinación —transmisión saturada, generación dependiente del gas y crecimiento acelerado de la demanda— explica por qué un apagón como el del 26 de septiembre no es una sorpresa, sino una consecuencia natural. Y aquí radica el punto más delicado: la falta de planeación y de inversiones oportunas por parte de las autoridades del sector.

A pesar de ser una de las zonas turísticas más importantes del mundo, la península no ha recibido la infraestructura estratégica que su tamaño económico exige. Sener, responsable de la planeación del sector energético, y CFE como operador de transmisión y generación, han permitido durante años que la región opere sin reservas suficientes, sin redundancia real y sin expansión de la red a la velocidad adecuada. Se cancelaron proyectos claves, como la línea de transmisión propuesta en 2018, y se postergaron decisiones que hoy resultan críticas. Las alertas técnicas del Cenace han sido constantes, pero no siempre atendidas.

La crónica es anunciada porque las señales están ahí: congestión estructural, ductos insuficientes, crecimiento desordenado, reserva mínima y líneas que ya operan al límite. No se trata de alarmar, sino de reconocer que otro apagón similar es técnicamente previsible si no se actúa con celeridad y rigor.

La península de Yucatán, joya turística y uno de los motores económicos de México, merece un sistema eléctrico a la altura de su importancia. Sin planeación científica, sin inversiones oportunas y sin reglas claras para incentivar nueva infraestructura, la región seguirá expuesta a interrupciones evitables. El país no puede permitirse que su imagen internacional, su economía y su seguridad energética dependan de un sistema que lleva años pidiendo auxilio.

X: @tincprou